Publico aquí algunos textos a medio camino entre el intento de permanencia de la literatura y la realizada fugacidad del periodismo.
miércoles, 18 de marzo de 2020
El dolor del epicureísmo: Vita y Virginia
Nadie que me conozca podrá decir que soy del club de fans del Reino Unido. Pero cuando se trata de cine no puedo sino declinar toda prevención y considerar que tienen una notable industria que, permanentemente, nos ofrece exquisitas joyas audiovisuales.
Acabo de ver "Vita y Virginia", sobre la relación entre la aristocrática Victoria Mary Sackville-West, Vita, una descendiente del amor romántico entre un Lord inglés y una cantaora flamenca a mediados del siglo XIX, y Virginia Woolf, la extraordinaria escritora, la figura femenina más interesante de la primera mitad del siglo XX inglés y una feminista avant la lettre. Esta relación, para que quede claro, fue intelectual, sentimental y, sobre todo, sexual.
La película es un prodigio de diálogos exquisitos, una fotografía de una delicadeza excepcional y una ambientación de época que sólo genera envidia.
Virginia Woolf es Elizabeth Debicki y Vita Sackeville-West es Gemma Arterton, dos notables actrices. La modiglianesca Elizabeth Debicki hace una notable Virginia Woolf, una intelectual torturada por su inteligencia y sensibilidad y por su decisión de ser libre y mujer. Gemma Arterton interpreta a Vita en su oscura sensualidad, en su envolvente seducción y tortuoso manejo de los sentimientos. Todo ello, en el escenario del mundo después de la Primera Guerra Mundial, en ese breve momento en que el furor de la carnicería pasada daba lugar a un regocijo de los sentidos y donde, en el Reino Unido, el grupo de Bloomsbury daba rienda suelta a un epicureísmo para espíritus refinados y poco aficionados al trabajo, que, aunque torturado, expresaba lo que sería, posteriormente, el siglo XX.
La película es tan bella, los diálogos son tan insinuantes y sutiles, la fotografía es tan, como diría, aristocrática, que dejan en el espectador un hálito de un mundo que, posiblemente para desgracia de todos, ha terminado para siempre. Y para desgracia de todos digo, porque aún no ha sido reemplazado por otro más cautivante.
Seguramente aparecerá. La historia, como la física, aborrece el vacío.
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