lunes, 25 de marzo de 2019

Efectivamente, pasan cosas o ahora se llama Hebe



El año pasado, en esta misma fecha, vi una imagen en la marcha que me conmovió. Es esta que aquí pongo. Le saqué una foto y la guardé en mi computadora como Quien será.jpg.
Ayer, encontré en Twitter esta misma foto y un sobrecogedor relato de la hermana de esta hermosa muchacha, cuya vida había sido tronchada por la oligarquía que gobernó el país a partir del 24 de marzo de 1976. Decía el tweet:

De ella solo puedo recordar aquel 11 de Junio de 1977, a mi hermano y a mí preguntando dónde estaba, por qué no venía. Se fue de viaje, nos dijeron. Ese día yo cumplía 5 años.
La habían secuestrado 2 días antes, nunca más volvió.
Por ella. Por todos.

Inmediatamente le escribí lo que sigue:

Estimada, tengo esa foto en mi computadora con un nombre: Quién será.jpg.
La vi en una manifestación y me pareció como la síntesis de los interrogantes que hay alrededor de nuestros desparecidos. Su extraña belleza, su mirada a cámara con ojos interrogadores, su pasmosa juventud generaron en mí una profunda angustia.
Sobrevuela la idea de crearle una imposible historia que sea la síntesis y la cifra de cada una de las historias de esos miles de jovencitos masacrados y que miraban al futuro con la mirada de esta muchachita rubia, con dudas y esperanza.

Hoy, su hermana me ha contestado:

Qué emoción. Ahora Quién será.jpg ya tiene nombre, se llama Hebe, y esta es parte de su historia, la historia de todos. Ya nos encontraremos en alguna plaza.
Gracias, de corazón. Abrazo enorme.

Le respondí de inmediato:

Gracias a vos por tu respuesta. Efectivamente esa hermosa muchachita rubia a vuelto a tener su hombre. El terrible drama de nuestra dolorida patria nos ha permitido esta circulación de sentimientos y convicciones. Somos, al fin y al cabo, afortunados.

Es cierto, pasan cosas entre los argentinos. Cosas terribles, aciagas, devastadoras.
Y cosas hermosas, mágicas que nos permiten ratificar que la vida que hemos vivido valió la pena.
Efectivamente, pasan cosas.

sábado, 23 de marzo de 2019

La Mula, del viejo Clint Eastwood, y la danesa El Expediente 64

Entre ayer y hoy vi dos muy buenas películas. 

La primera es La Mula, de y con ese viejo republicano formidable que es Clint Eastwood. Podría haberse conformado con ser un galán, o un héroe "hardboiled" del cine norteamericano. Pero está dotado de un gran talento narrativo, de un gran conocimiento de su país y su gente y resultó ser un gran director de cine. En este caso, ha hecho una película donde el protagonista es un anciano yanqui, él mismo, un hombre de la costa oeste al que la familia le ha importado toda su vida un carajo y al que la edad y los cambios vividos por los EE.UU. lo convierten en un transportista de cocaína a lo largo de la extendida geografía del país. Es muy buena película, una especie de policial donde el protagonista es el "malo", la mula de 90 años cargada con 200 kilos de merca, a quien toda la parafernalia de la DEA busca con desesperación. 


La otra película, que me encantó, es también un policial negro, oscuro, deprimente. Me refiero a la película danesa Expediente 64, la última de una trilogía llamada Los Casos del Departamento Q, dirigida por Christoffer Boer y basada en las novelas de Jussi Adler-Olsen, un autor para tener en cuenta. 


Hay una nueva Europa y hasta una nueva Escandinavia, en la que la presencia de un nuevo componente humano, los millones de inmigrantes del Medio Oriente, genera una contradicción latente, dormida, interna y soterrada que estalla de una u otra manera. Un viejo tópico del cientificismo germánico conforma el elemento disparador: la pureza de la raza, las viejas teorías de la primera mitad del siglo XX y la influencia que ello tuvo en las políticas de estado durante ese mismo período. 


El racismo, la manipulación reproductiva, las teorías del estado de bienestar sin idiotas, alcohólicos ni mujeres promiscuas es el contexto de una historia pervertida y oscura. Una fotografía expresionista, llena de claroscuros, sostiene y enriquece un guión y una actuación excelentes.

Y Respiren Normalmente, una africana en Islandia


Acabo de ver una hermosa película islandesa, la primera película de ese país que veo. Se llama Y Respiren Normalmente


Está dirigido por una mujer Ísold Uggadóttir. 


El sistema de nombres en islandés es, para decirlo de alguna manera, inclusivo. No existen los apellidos sino los patronímicos. Es decir el hijo de Ulf se llama Ulfson, pero la hija de Ulf se llama Ulfdóttir. Dóttir quiere decir, como en inglés daughter, hija. En realidad esa palabra quedó de cuando, como dice Borges, "el sajón guerreó con el danés y mezclaron su sangre".


Los islandeses, que con Erik Larsson, El Rojo, llegaron a Vinland, la tierra del vino, como llamaron a la Isla de Terranova, alrededor del siglo XI, no son más de 340.000, con toda la furia. Fueron los últimos escandinavos en convertirse al cristianismo, mantienen en todo lo que sea posible las viejas tradiciones vikingas y su idioma se ha mantenido casi sin la penetración de palabras extranjeras. 
En esa isla en el medio del mar del Norte, azotada por vientos polares, una meseta con volcanes y glaciares y una vegetación de pastizales, una africana oriunda de Guinea Bissau es como una carcajada en un velorio.


De eso trata la película. Dos almas desoladas, islandesa la una, africana la otra, y una historia de solidaridad, de afecto basado en el mero hecho de pertenecer a la raza humana. 
Es hermosa, emocionante casi hasta las lágrimas.


Es de Neflix. Véanla. Me lo van a agradecer.