Me
preguntan los amigos cómo fue y que hice en esa gentil invitación
del maravilloso Mario Bofill a participar de su escenario y de su
público.
Yo
había viajado a Corrientes, a presentar en la Feria del Libro mi
Crónicas de la Integración Continental. Fue a la mañana, alrededor
de las 11 horas y tuvo un numeroso público y honrado con la
presencia de quien en ese momento era el intendente de la ciudad de
Corrientes.
Me
entero, porque los amigos que me reciben me cuentan, que se está
realizando en paralelo el Festival del Chamamé y les dije que me
encantaría ir a la noche.
A
eso de las nueve de la noche llegamos al festival y me cuentan que la
estrella de la noche sería Marío Bofill. La noticia me alegró
porque yo había vista el año anterior a Bofill en el Festival de
Cosquín, junto con mi amiga Claudia Giaccone y su esposo, un artista
que no conocía y que me deslumbró. Después de Cosquín y al volver
a Buenos Aires busqué en youtube todos los registros que encontré y
mi admiración no hizo sino crecer.
Al
enterarme de la actuación de Bofill les cuento a mis anfitriones de
mi admiración y que me encantaría conocerlo personalmente.
Cuando
se acerca la hora de su presentación, mis amigos me invitan a pasar
atrás del escenario y allí me presentan a Mario Bofill, quien
estaba acompañado del enorme Raúl Alonso, el acordeonista que
también aparece en la foto y creador del Los Alonsitos. Ahí nos
saludamos y cambiamos algunas amables y divertidas palabras.
En
un momento, Bofill me pregunta:
-¿El
amigo canta?
La
prudencia me indicó contestar negativamente.
-
No, pero sé recitar, le contesté. Porque siempre desfachatado,
nunca indesfachatado.
-
Bueno, entonces lo voy a invitar a que suba al escenario a recitar lo
que sabe. ¿Qué quiere recitar?
Pensé,
recorrí mentalmente mi memoria de Lorca, Nicolás Guillén, Tejada
Gómez, hasta que llegué al poema de Celedonio Flores, que en mi
adolescencia había hecho conocer Julio Sosa, ese que comienza
diciendo: "Pido permiso, señores, / que este tango habla por
mí. Se lo dije, entonces, a Boffil.
-
Bien, acá Raúl lo va a compañar con un tanguito de fondo, me dijo.
Y
se despidió para dar inicio a su presentación.
Su
show fue maravilloso, como de costumbre, y acentuado por un público
coterráneo que lo adoraba y conocía todo su repertorio. Eran
aproximadamente unas 8.000 personas las que participaban de esa
hermosa noche del Festival del Chamamé.
Al
promediar la presentación, Bofill me invita a subir al escenario y
me presenta como un visitante ilustre y otras linduras que me
sonrojaron. Subo al escenario y, amigos, no les voy a ocultar que las
piernas me temblaban. Ahí estaba yo, un porteño amante del tango y
del jazz, frente a 8000 chamameceros que, confiados en la palabra de
su ídolo, se disponía gentilmente a escucharme. Y llegó el momento
de la verdad.
Raúl
Alonso comenzó a hacer sonar algunos acordes tangueros en su
bandoneona y comencé mi recitado.
Al
terminar, lo digo no sin vergüenza, un estruendoso aplauso me hizo
el pago más emocionante de toda mi vida.
Agradecí,
lo abracé a Bofill y a Alonso e hice mutis por el foro.
Al
volver a mi lugar entre el público los amables y tolerantes
correntinos querían sacarse fotos conmigo como si fuera Charly
García.
Mario
Bofill es un tipo maravilloso. Me entregó uno de los momentos Viva
Perón de mi vida.
Buenos
Aires, 21 de enero de 2020