La sorpresa de La Colmenita
Anoche estuve en la magnífica presentación de La Colmenita en el
Teatro Cervantes.
Me sorprendió todo. Pero, además del trabajo de los chicos y de
un extraordinario argentinito de unos 6 años que es el protagonista
de la historia, lo que más poderosamente me llamó la atención es
una vuelta de tuerca que la obra “Sin embargo se mueve” le impone
al clásico de Bertoldt Bretch “Galileo Galilei”, en el cual
evidentemente se inspira.
Porque la apuesta filosófica de la obra no es la reivindicación
del pensamiento científico por sobre las Escrituras y el poder de la
iglesia con su interpretación dogmática.
La obra de La Comenita, en la que la música son distintas
creaciones de Silvio Rodríguez, que constituyen el hilo conductor
del coro brechtiano, propone una notable vuelta de tuerca. Hay una
reivindicación del pensamiento poético, de la fe, de lo misterioso
por encima del pensamiento científico y el sentido común. Propone,
con una notable libertad intelectual, aferrarse a lo profundo de la
singularidad humana, de su íntima convicción por descabellada que
parezca a ojos de la ciencia. El héroe, un niño fabulador -nuestro
argentinito en genial interpretación- es el Galileo de un
pensamiento poético, que se confunde con la fe religiosa, con una
visión del mundo no determinada por la ciencia, que negocia y
triunfa sobre el pensamiento oficial, la burocracia que lo sostiene
y, hasta, el sistema de poder.
Que esto provenga de un país cuyo pensamiento oficial es el
marxismo implica una novedosa y rica alternativa: o hay una nueva
visión del marxismo, que ha superado el positivismo del siglo XIX y
el materialismo vulgar del siglo XX, o ya no hay un paradigma llamado
socialismo científico y la sociedad quizás más libre de este
continente ha ampliado a límites insospechados la posibilidad del
hombre para soñar nuevos e, incluso, fantasiosos mundos.
Los niños de La Colmenita no traen el mensaje de los tractores de
Stalin y sus sonrientes campesinos, ni siquiera el estoicismo de los
guerrilleros de la montaña. Ofrecen una alternativa poética y me
animo a decirlo, hasta religiosa, al ramplón materialismo del
capital financiero.