Seguramente la estirpe tenía un
humilde y aplicado carpintero,
allá, en la aldea fronteriza de Bar.
Quién sabe.
Quizás el carpintero era de antes que
la itálica esposa de Segismundo
le pusiera ese nombre,
recordando la soleada Bari del taco de
la bota.
Tierra de invasiones, de disputa,
de pobreza, de pogroms,
de violentas cabalgatas cosacas,
de cantarinas y feroces cimitarras
osmanlíes.
¿Quién sabe cuantos ataúdes talló
el lejano carpintero
que le dió el nombre a la estirpe?
Sería un rubio jázaro devoto del
tetragrama del desierto,
esperanzado en el hijo de David que
traería la paz,
de una vez por todas.
La cuestión es que,
arrastrados por odios y miserias
seculares
se lanzaron a la tierra prometida,
lejos, muy lejos de los manantiales de
miel y leche,
recalando en un lugar de nombre
cabalístico,
el Once.
El niño se llamaba como el padre de
las doce tribus,
Jacobo, y su nombre,
inseparable para mi generación de tu
artesanal apellido,
intentó construir un reino de
palabras, de negocios,
de ideas e intrigas,
que le dieron prestigio y una legión
de enemigos,
merecidos e inmerecidos,
que, nuevamente, arrastraron a la
estirpe
a un vórtice de violencia, de odio y
persecución.
El fue quizás el Príamo que pensó tu
hombre,
Héctor,
nombre de héroe,
y quiso la historia, caprichosa y
voluble,
que te enamoraras de Troya, tu patria,
y terminaras dando tu vida por
defenderla y honrarla.
Héctor Timerman,
tuviste un destino de patriota
en un linaje cosmopolita, errante y
desarraigado.
Hubo algo de José en tu destino,
algo de aquel hijo bienamado por el
padre
al que sus hermanos envidian y
traicionan,
dejándolo abandonado en un pozo,
para que un Putifar de opereta
castigue tu defensa de la Patria
ante la amenaza de saqueo de sucios
mercaderes.
Héctor Timerman,
desde ese pasado de extrañamientos y
desarraigos,
desde esa sensación de no pertenecer a
ninguna parte,
supiste, por dignidad, por orgullo y
amor a tu tierra,
alzarte a la altura de los más
grandes.
El infame letrero de traidor a la
patria
lograste compartirlo con San Martín,
con Rosas y Perón.
Hiciste honor a tu condición de
argentino
y los nostalgiosos de las cebollas de
Egipto que usurpan
la representación de tu tribu
serán sepultados en la peor de las
indignidades,
el desprecio y el olvido.
Hoy despedimos a un héroe argentino,
semita y criollo.
Que Yahvé presida tu encuentro con los
mejores de tu progenie.
30 de diciembre de 2018