¿Acaso soy todos
estos libros que me rodean?
¿Soy tan solo estos
recuerdos?
¿Soy este caballito
de Dalecarlia
y este mate
misionero que me acompañan
en la biblioteca
junto a las obras completas de Borges
y los cinco tomos de
Jorge Abelardo Ramos?
O quizás soy acaso
los kilómetros de películas
que se enrollan en
mi memoria,
desde el atardecer
en que vi La Fuente de la Doncella,
hasta la noche en
que una mujer que amé
expuso el huracán
de su alma insomne,
cuyo rigor había
conocido,
en veinticuatro
fotogramas por segundo.
La pregunta que esta
noche me asalta es
si soy esa imagen de
Lenin,
comprada en
Varsovia,
o esa fotografía de
Perón que me sonríe
desde la biblioteca,
mientras Marechal
chupa siempre de su pipa
y Discépolo me
recuerda que alguna vez lo merecí.
Sé que soy otra
cosa que este malón de objetos.
Sé que soy otra
cosa que esta pregunta
obsesiva y
permanente sobre nuestro destino.
Sé que he sido
feliz, sé que he sido valiente.
Sé que enfrenté la
vida con alegría y coraje.
Esos libros y esas
pequeñas huellas de una vida,
esas imágenes y
esos talismanes de la memoria
solo intentan
convertir en objetos permanentes
la fútil, la vana,
la evanescente huella
de un pie sobre la
arena.
Buenos Aires, 24 de
diciembre de 2019
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