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En septiembre de 1991 hubo elecciones a gobernador en la Provincia de Buenos Aires y, por primera y única vez, se presentó a elecciones Saúl Ubaldini. El entonces Partido de la Izquierda Nacional había obtenido una personería política en la provincia bajo el nombre de Acción Popular para la Liberación y se la ofrecimos a Saúl para que se lanzara a su debut político.
No es el propósito de estas líneas reflexionar sobre aquella experiencia política, sino contar que, después de las elecciones, me quedé sin trabajo y, lo que es peor, sin ingresos. En algún momento de ese mes de septiembre, mi amigo Rubén Tizziani al que, como ya conté, había conocido a raíz de la filmación de El General y la Fiebre -su hija Licia era la protagonista femenina de la película- me llama y me dice que me quiere ver.
Voy a la reunión a un departamento en la zona de Montserrat y allí Rubén me cuenta su proyecto y su propuesta.
En ese año habían comenzado a salir varias publicaciones que tenían como eje temático la astrología, la quiromancia, la cafeomancia y las diversas ocurrencias que la incertidumbre humana ha inventado para escudriñar el inaccesible futuro. La editorial Perfil y el diario Crónica habían lanzado sendas publicaciones y los programas de televisión abrumaban con adivinos y nigromantes de diversa especie.
-¿Qué es lo que más le interesa a la gente, Julio?, me preguntó Rubén al comenzar la conversación.
No esperó que le contestara.
- La astrología y la bailanta, se respondió con su voz ronca, mientras se levantaba del sillón y daba unos pasos por la habitación, como solía hacerlo, con gesto nervioso. -Vamos a hacer una revista que junte esos dos temas, la astrología y el ocultismo, por un lado, y la música tropical, por el otro. Se va a llamar Ritmo Astral y va a estar los miércoles en los quioscos. Ya tengo arreglada la distribución en la playa.
Y así comenzó mi breve vida como redactor de la Revista Ritmo Astral. La redacción no eran más que tres personas y la ayuda ocasional de Licia, la hija de Rubén que, como ya conté, fue protagonista de nuestra película sobre San Martín. Había un secretario de redacción que era un veterano periodista, cuyo nombre se me ha olvidado, buen bebedor y, quizás por ello, enfermo de gota, que veía la vida con una suave e inconmovible resignación. Estaba yo, que me encargaba un poco de todo y había un chileno notable, tanto por su aspecto físico como por sus características personales que se especializaba, como después nos enteramos, en hacer entrevistas imaginarias -que vendía como reales- a Gabriel García Márquez, a Vargas Llosa o a Carlos Fuentes. Por su parte, Rubén se encarcaba de los aspectos comerciales y de tomar contacto con productores y artistas del mundo de la bailanta, para hacerles entrevistas y ver si podía surgir algún negocio complementario.
Para cubrir los aspectos vinculados al mundo de la magia, el ocultismo, la adivinación y las mancias, Rubén proveyó a la “redacción” de un ejemplar de Fonde de Cultura Económica de La Rama Dorada, el mítico libro de James Frazer sobre el pensamiento mágico y un libro del esoterista francés René Guenon, cuyo nombre se me ha olvidado. Dichas obras vendrían en ayuda de los redactores si, en algún momento, la imaginación y ciertos conocimientos enciclopédicos no alcanzaban para completar alguna nota.
Así fue como me interné en el mundo de la música tropical. Conocí y entrevisté a Pocho La Pantera, antes que se hiciera evangélico, y recuerdo como si fuera hoy un viaje en taxi con él. También a Lía Crucet, a quien no le pude entender lo que me decía y tuve que inventar la entrevista. Le hice una nota a Gladys La Bomba Tucumana y a Ricky Maravilla. Tuve una inolvidable noche en el Fantástico Bailable de José C. Paz donde pude conocer personalmente a La Tota Santillán que allí oficiaba de disc jockey, cuando aún su nombre no había llegado a la pantalla de la televisión. Recuerdo que Licia, la hija de Rubén, y yo viajamos hasta allá en un remis y luego nos volvimos en el bus del grupo Malagata, a eso de las cinco de la mañana. Los consumos en ese bus no se reducían al agua mineral, hay que decirlo.
Nigromantes de todo tipo pasaron por la redacción. Telépatas, quiromantes, tarotistas, astrólogos, hipnotizadores aparecían traídos no sé por quien y yo era el encargado de entrevistarlos y ver si sus capacidades tenían alguna posibilidad de ser inmortalizadas en Ritmo Astral. Había actores y actrices que nos contaban sus experiencias extrasensoriales y hasta Cacho Castaña relató sus vivencias como pae de santo en la macumba.
Los primeros números de la revista fueron un éxito de venta. Pero, según nos contó su creador, Crónica y Perfil -que editaba la revista Predicciones, a un precio superior a Ritmo Astral- comenzaron a apretar a los kiosqueros para que la escondiesen en el microcosmos de sus cajas de chapa. Un par de meses después de su lanzamiento Ritmo Astral dejo de salir. El negocio de reunir la bailanta y el esoterismo había fracasado por obra del manejo monopólico de las grandes editoriales, según la heroica interpretación que nos ofreció Rubén Tizziani.
Mi experiencia en el mundo que cruzaba a René Guenón con Alcides había terminado.
La amistad con Rubén Tizziani continuó hasta ayer, cuando una artera neumonía le impidió seguir respirando sueños.
Buenos Aires, 26 de junio de 2020
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