He
terminado de leer la novela La Séptima Función del Lenguaje, del
francés Laurent Binet, que me prestó mi amigo
Germán
Gonzalo Justo.
Rolando Barthes es asesinado y todas las figuras del
postestructuralismo y sus juegos verbales, su verborrea, su narcismo,
su retórica, sus odios y sus perversiones, más las de los
lingüistas norteamericanos de Cornell, el pontificado de Román
Jakobson y el pavoneo de Umberto Eco son sospechosos de ese
asesinato, más los grandes contendores retóricos del año 1981,
Miterrand y Giscard D'Estaing.
Me
divertí enormement leyendo como Foucault es rescatado por su amante
argelino de un club sadomasoquista gay o Sollers, el director y
creador de la revista Tel Quel y marido de Kristeva, es emasculado al
perder un torneo retórico frente al Gran Protágoras de una
masonería charlatana, el "riguroso y humilde" Umberto Eco,
que, como se sabe carece radicalmente de ambos atributos.
Una gigantesca boutade, un chiste erudito y divertido para quienes hemos tenido que callar, para no pasar por burros, el hermetismo, las contradicciones, el capricho, el palabrerío vano pero confuso que, muchas veces, encontramos en muchos de estos celebrados autores.
Una gigantesca boutade, un chiste erudito y divertido para quienes hemos tenido que callar, para no pasar por burros, el hermetismo, las contradicciones, el capricho, el palabrerío vano pero confuso que, muchas veces, encontramos en muchos de estos celebrados autores.
Pero
a la vez es un homenaje a la palabra, a sus recovecos, a su capacidad
mágica -la séptima función del lenguaje- de crear ex nihilo un
mundo capaz de contener todos los demás mundos posibles.
Se
las recomiendo a todos mis amigos de Sociales. Gracias Germán, me
divertí mucho.
Buenos
Aires, 7 de septiembre de 2018
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