Mientras purgabas larga condena de prisión
la guadaña acabó con tu vida, sin piedad.
Fin merecido y justo, por la fría crueldad
con que arrancaste gritos y vidas con fruición.
Hijo y nieto de gorilas con una pasión
radical, fue lo tuyo
ejercicio de maldad
perversa,
insana. Fue estúpida brutalidad,
de
un miserable enano con gorra de cartón.
Que para siempre te cubra el manto del olvido,
que
se apaguen los odios que eternamente enciendes,
que el buitre de la
venganza calle su graznido,
que
el tiempo borre la horca vil de la que pendes
Ha muerto solo y odiado, tal como ha vivido,
el genocida Luciano Benjamín Menéndez
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