Gloria a ti,
heroico Compañero Presidente
Estas líneas fueron escritas en la noche misma del golpe de estado en Chile, hace cuarenta y cinco. Perón había vuelto a su Patria y el pueblo, volcado en las calles, celebraba su retorno a la presidencia. Había esperanza, incluso esa triste noche.
Ha caído Salvador Allende.
Víctima del verdugo oligárquico
que regó con sangre patriota
la tierra americana
ha muerto
el Compañero Presidente.
Chile se alzaba en un puño
contra el bárbaro asesino de Vietnam.
Después del sacrificio de Camilo,
cuando las entrañas de tu amigo,
Ernesto,
se confundían ya
en el estaño altoperuano,
cuando el soldado boliviano,
ya sin posible defensa,
se retiraba del trágico altiplano,
Chicho,
tus obreros
abrían un tajo en el futuro
y ya Cuba no estaría
tan sola en su isla verde.
¿Cómo fue tu muerte solitaria?
¿Con qué gesto soberbio
enfrentaste
tú única derrota?
Sólo cuando triunfan
las revoluciones
merecen ser cantadas.
Que el coro de lloronas
que asola a toda América
plaña por ti los llantos
que vos
nunca derramaste.
Y que los organizadores
de eternas derrotas
industrialicen tu nombre
por necesidad
de mártires,
si no de victorias.
El viejo Trotsky volverá
a retorcerse en su tumba cercana.
Los ojos de Vladimir Illich
volverían a encenderse de ira.
Una raza de enanos
que reemplazó
a los héroes,
ha convertido a la paz
en una palabra obscena.
¡Gloria a Tí, Compañero Presidente!
Hoy nuestra Patria Grande
sufre un amargo duelo.
Pero Fidel
sigue en Cuba y hace lo que puede.
En la tierra del Inca
ya no están
los gamonales.
En mi Argentina,
bárbara e ilustrada,
mi pueblo ha vuelto a conquistar
su destino.
¡Gloria a tí,
Heroico Compañero Presidente!
11 de septiembre de 1973