Hay en todos los grupos humanos un hombre, por lo general con un eterno aspecto juvenil, que es jodón, que siempre aparece con un chiste en los momentos más desafortunados, que acompaña con su buena onda las desventuras de amigos y amigas, que en los asados trae la guitarra y canta cosas que sabemos todos y otras de su propia invención, en general graciosas, con actualidad, con picardía.
Es el tipo que siempre tiene la palabra oportuna para la amiga que se ha peleado con su pareja o para el tipo que lo echaron del laburo.
Nosotros, todos nosotros teníamos un amigo así. Solo el verlo, al encontrarlo en una manifestación, en la milonga, en un bar nos llenaba de alegría, nos hacía acordar de una canción optimista o de un chiste subido de tono. Lo veíamos y, aunque nunca nos hubieran presentado, nos venía unas ganas casi irrefrenables de decirle "¿te acordás cuando le dijiste...?" o alguna otra anécdota que se nos venía a la cabeza.
Se ponía sobrenombres, se hacía llamar General si había que cargar a los milicos o se disfrazaba de mujer y se hacía llamar Sonia.
Ese amigo de la barra, ese alegrador de asados, ese tocador de culo a toda reverencia se llamaba El Negro Fontova y se acaba de morir.
La puta que lo parió.
No me siento bien, para nada.
Buenos Aires, 20 de Abril de 2020
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