miércoles, 2 de julio de 2008

En lo alto de la noche, usted brilla, mi amor

En lo alto de la noche, usted brilla, mi amor



En lo alto de la noche, usted brilla, mi amor.
Usted no lo sabe,
-o tan sólo lo supone-
la cosa es que se encontró
-me encontré-
con alguien que la estaba buscando.
Mejor dicho, y para que nos entendamos,
con alguien que quería poner todo
en el deseo,
en el brillo en lo alto de la noche,
en la posibilidad absoluta de los cuerpos
y en la ternura íntima de lo que queda después del cuerpo.

¿Y qué es lo queda?




La confianza infinita,
la intimidad desvergonzada,
la ley del deseo como razón última,
la posibilidad de entregar,
-de entregarse-
sin pensar,
sin dudar,
sin arrepentimiento.

Un hombre puede pasar toda su vida
sin encontrarlo
-en realidad, la mayoría de los hombres
jamás lo han encontrado-

Pero, para mí,
en lo alto de la noche
usted brilla, mi amor,
sin melancolía,
con la alegría de la vida
convertida en deseo,
en ese extravío del cuerpo que brilla,
del cuerpo que es sólo la necesidad
del otro cuerpo que brilla
en lo alto de la noche.

17 de Agosto de 2003