domingo, 29 de octubre de 2023

Un sábado más

Hoy era un sábado importante. Los compañeros de la Agencia Paco Urondo me habían invitado a hablar con ellos sobre Jorge Abelardo Ramos y los ejes centrales de su pensamiento, así como la aplicación de este marco teórico y conceptual en la realidad política de hoy. La invitación fue cautivante. Han pasado casi 30 años del fallecimiento de Ramos y más de 56 años de la publicación de sus obras fundamentales, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina e Historia de la Nación Latinoamericana.

Estos libros han sido determinantes en mi formación política y en la de miles de compatriotas de mi generación. Pertenezco a una generación que ingresó a la política de la mano de poderosas movilizaciones obreras y populares y para la cual la formación política significaba la lectura exhaustiva de los grandes textos revolucionarios del siglo XIX y XX -Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Gramsci-, la de los revisionistas históricos rioplatenses -Pepe Rosa, Ernesto Palacio, los hermanos Ibarguren, Manuel Gálvez, Vivián Trías, Alberto Methol Ferré-, los libros de Perón, de Arturo Jauretche, de Manuel Ugarte y de Raúl Scalabrini Ortiz. Que un grupo de compañeros y compañeras escandalosamente jóvenes y militantes me convocara para hablar sobre el hombre que más ha influído en mi visión de la Argentina, de América Latina y del mundo era para mí una fiesta.

La reunión era en la Federación Gráfica Argentina. Llegué y un compañero me invitó a subir al primer piso.

¡El primer piso de la Federación Gráfica Argentina!

Ese lugar es, para mí, el “sancta santorum”, el lugar donde mi vida cambió para siempre y encontré un cauce y un sentido, que no he abandonado pese a los 55 años transcurridos, a las persecuciones, los exilios, las dictaduras y las desilusiones.

Fue allí, en ese primer piso de la Federación Gráfica, donde me encontré con la política, con la clase trabajadora y con los compañeros que me han acompañado a lo largo de todos estos años. Ahí funcionaba la CGT de los Argentinos, la convocatoria lanzada por Raimundo Ongaro y un grupo de sindicalistas peronistas combativos, en 1968, contra la dictadura del estólido general de Remonta Juan Carlos Onganía. Y ahí fue donde conocí a los compañeros del entonces Partido Socialista de la Izquierda Nacional, que era la formación política encabezada por Jorge Abelardo Ramos. En ese salón cambió mi vida. La vida que he vivido comenzó ahí. Ahí estuve en aquel glorioso año previo al Cordobazo y solo volví, muchos años después, para despedir a Raimundo Ongaro y hoy.

De modo que hablar con estos nuevos compañeros tuvo, para mí, el sentido de una teofanía sin Dios.


Intenté explicar a los amigos cuál era el clima intelectual y político de la Argentina posterior a 1945, qué era el viejo Partido Socialista y su deletérea influencia en la clase media urbana de hace 70 años. Traté que se comprendiera de qué manera los sucesos de la Revolución Rusa, ocurrida 50 años antes -es decir, como si hoy pensáramos en 1973- influían en el pensamiento político de aquella generación y qué significaba, entonces, luchar por la recuperación de la soberanía popular como legitimación del poder político.

Las preguntas de mis interlocutores eran de una riqueza y una precisión sorprendentes. Sorprendentes, digo, en un contexto donde pareciera -y no es cierto- que cualquier texto superior a los 240 caracteres es inabordable para las nuevas generaciones.

Trate de explicar la génesis y el sentido del pensamiento de la Izquierda Nacional e, incluso, el significado mismo de este concepto. Pasar revista, en una hora y media, a la Revolución Rusa, al proceso de descolonización de los pueblos coloniales a partir de la Segunda Guerra, a la gestación y desarrollo de la idea de la Unidad de la Patria Grande, al significado del 17 de octubre y su interpretación por parte de la izquierda cipaya argentina y a la naturaleza social objetiva del movimiento peronista fue un ejercicio de despliegue conceptual e ideológico que solamente me llenó de satisfacción y gusto. El acompañamiento que mis interolocutores hicieron de este ambicioso periplo ha sido una de las más grandes satisfacciones intelectuales y políticas que he vivido en los últimos quince años.

Obviamente, son ellos y no yo quien puede decir si todo eso sirvió para algo. Pero, para mi, el hecho de que haya ocurrido -y en ese lugar- es algo que ocupa un lugar de privilegio en mi corazón y mi cerebro.

Pero el día no terminó ahí.

Uno de los compañeros me invita a seguir la conversación en algún bar de San Telmo. Encontramos, a la vuelta misma de la Federación Gráfica, un lindo lugar que ostenta el nombre de Je suis Lacan. Nos sentamos a una mesa en la vereda y tomamos algo. Conversamos sobre las cosas que habíamos visto y sobre la actualidad política, cuando veo venir un hombre a quien conozco.

-- ¿Qué estás haciendo en mi barrio?, me dice mientras se acerca.

Me levanto para saludarlo. Es el novio -peronista- de una querida amiga, gracias a la cual lo he conocido.

Intercambiamos algunas palabras y nos sacamos una foto. Me dice que está esperando a mi amiga para ir al show de Lidia Borda y Ariel Ardit en el Torquato Tasso. Sin que me diera cuenta le envía por el teléfono la foto a mi amiga quien le propone que me invite a acompañarlos al show. Parece que habían comprado una entrada para alguien que, al final, no pudo acompañarlos y la tienen a disposición. Obviamente, acepto de inmediato la gentil invitación.

Y así fue como pude presenciar, como cierre a toda orquesta de la noche, del extraordinario espectáculo de estos dos maravillosos intérpretes de nuestra música.

Buenos Aires, mis amigos, es un maravilloso lugar en el universo. A esta altura de mi vida no podría vivir en otra parte y, si me apuran, tampoco tengo muchas ganas de conocer otras ciudades.

El Torquato Tasso, obviamente, estaba lleno, muchos amigos y todos amantes del tango y admiradores de estos dos artistas formidables.

Lidia Borda es una de las mejores cantantes de tango de todos los tiempos. Ha superado, a mi gusto, a Ada Falcone, que inspiró su modo de cantar y frasear la música popular porteña. Ariel Ardit ha crecido y se ha convertido en un enorme cantor. La elección del repertorio de ambos cantantes es de una delicadeza y calidad poética y musical única. Los dos pianistas que los acompañan son descollantes y el resultado es un show digno de reunir a 35.000 personas en un estadio porteño. Esos valses y esas milongas cantadas a duo por Borda y Arditt son ya parte de la más refinada antología de la música por la cual los argentinos somos universales.

En suma, le debo a mis amigos, los de la Agencia Paco Urondo y mis amigos personales, un sábado inolvidable que comenzó a las seis de la tarde y se extendió hasta el nuevo día.

No hay manera. He pasado la experiencia de vivir lejos de Argentina y de Buenos Aires. Siete años fueron los que tuve que vivir en Estocolmo, Suecia. Suecia, de alguna manera, es mi otro lugar en el mundo. Pero vivir lejos de esta ciudad, este país y esta gente, amigos, es un triste destino. No hay lugar en el mundo en el que un argentino pueda sentirse mejor que aquí.

Estamos condenados a ser argentinos.

Buenos Aires, 29 de octubre de 2023.



lunes, 16 de octubre de 2023

La lluvia de fuego cae sobre Gaza

La lluvia de fuego cae sobre Gaza

La lluvia de fuego cae sobre Gaza.

Los ojos de niños despavoridos.

Los miles de cuerpos muertos o heridos.

La espada en llamas que todo arrasa.

El sitio de hambre y sed que amenaza

la vida de hombres desposeídos.

Las piedras de hogares destruídos.

El desprecio vil por la humana raza.

Es una tarde que sabe a miel.

En Caballito la gente pasea,

risas y abrazos en suave tropel.

La brisa trae un perfume a clavel.

En Palestina el odio martillea.

Isaac está matando a Ismael.

Buenos Aires, 16 de octubre de 2023.

viernes, 22 de septiembre de 2023

Don Diego Karlsson de la Rosas













Los argentinos no tienen, en su gran mayoría, la menor idea de quién fue Evert Taube. 

Su nombre tiene en Suecia la misma sonoridad que en nuestro país puede tener Atahualpa Yupanqui u Homero Manzi. Es el cantor popular por excelencia y el autor de los temas que todo sueco conoce, como nosotros conocemos "Lunita Tucumana" o "Malena". Como si esto no alcanzara, el hombre fue un buen escritor y un interesante pintor.

Era hijo de un marino que se desempeñaba como guardafaro en el archipélago de Gotemburgo en 1890, y descendiente de una familia de hombres vinculados al mar. Era el cuarto de los trece hijos de la familia. Al nacer, fue dejado sobre la mesa de la cocina, considerándolo muerto. Cuando el doctor Silfverskiöld llegó a la casa para firmar el certificado de fallecimiento, descubrió que el pequeño cuerpo de Evert tenía signos vitales. 

Tuvo, según ha contado, una infancia feliz. Muy pronto manifestó una gran sensibilidad artística. La literatura, la música y la pintura eran las materias en las que Evert encontraba mayor afinidad. Con la intención de entrar en la Academia de Arte de Estocolmo, en 1906, con dieciséis años, el adolescente se escapa a la capital del reino. Allí es inmediatamente atraído por la vida bohemia y alterna entre la casa de un primo actor y la calle, donde debió dormir muchas noches por falta de amigos y dinero. Su padre, el guardafaro, preocupado por estos desvaríos, viaja a Estocolmo y, con el rigor de entonces, lo intima a entrar en un internado o a embarcarse en la marina mercante. El afán aventurero de Evert elige el mar y allí comienza su vida de trotamundos. 

En 1910, Taube llega a Buenos Aires, en el barco de vapor inglés Princess of Wales, que la Great Eastern Railway había vendido a la compañía de Nicolás Mihanovich. 

Y es aquí donde se entrevera Evert Taube con la Argentina. 

El sueco decide instalarse en la Buenos Aires del Centenario y adquiere la ciudadanía argentina. Conoce al presidente Roque Sáenz Peña, de quien llega a ser un colaborador. Se interna en la provincia de Buenos Aires y se mezcla en las tareas rurales en la zona de Chascomús y la bahía de Samborombón. Y ahí, entre paisanos y cajetillas, comienza su carrera de compositor y cantor. El tango, las vidalas, las milongas sureras fueron los géneros que inspiraron su genio. Su tema "Fritiof y Carmencita" (Fritiof Andersson era su heterónimo musical) cuenta una historia de amor con la hija de una pulpera de Samborombón, que ha comprometido su casamiento con un rico estanciero.

Cinco años vive Taube en la Avenida de Mayo hasta que en 1915 decide volver al septentrión, no sin antes desembarcar en Brasil y en Cuba, lugares a los que también le dedica canciones que forman parte del acerbo popular sueco. Pero su paso por la Argentina sería constitutivo de su personalidad. Evert Taube falleció en 1976 y su partida fue un duelo nacional. Posiblemente ningún otro artista haya gozado de la popularidad y el cariño de su gente como Taube.

Su hijo Sven-Bertil se dedicó también a la canción, con una hermosa voz de tenor. Interpretó el repertorio de su padre y ha grabado incluso una versión sueca de Malena, con una muy porteña orquesta dirigida por Néstor Marconi.

En 1981, en una librería de viejo del barrio sur de Estocolmo, encontré una novela escrita por Evert Taube, cuya existencia ignoraba por completo. "Don Diego Karlsson de la Rosas" se llama y está ambientada en Buenos Aires y Chascomús en los años previos al triunfo electoral de Hipólito Yrigoyen. 

El libro además tiene una dedicatoria autografiada por Sven-Bertil Taube.

Algunos párrafos de esa ignota novela tienen una especial agudeza sociológica. Veamos:

Esto pone Evert Taube en boca de un porteño :

Los criollos blancos, los porteños, tenían la ventaja del hombre rico y con educación académica por sobre la población rural analfabeta, y conquistaron propiedades tan grandes como ducados y condados, y así surgió el estanciero, que es un señor feudal medieval con la diferencia de que él es también burgués, financiero, exportador y académico. La más alta clase alta de estos estancieros no ha emigrado a otras partes de Argentina ni tiene intención de hacerlo y no somos similares a la clase alta y a los educados en otras ciudades universitarias y capitales de provincia de nuestro país. Formamos un pueblo al lado del pueblo y no queremos ser como los demás, y en ese sentido el porteño (con estancia en la pampa) es algo único y sólo puede compararse con el caballero de la Roma de Augusto. Los estancieron se instalan periódicamente en sus grandes propiedades, tal como Cicerón se instalaba en su Tusculum y Mecenas en Tibur y la Sabinas bajo Augusto.

Así veía un sueco de clase media a la oligarquía de la pampa húmeda en 1914. 




martes, 8 de agosto de 2023

Décimas a las BRICS

Brasil, Rusia, India, China

y el país sudafricano,

todos pueblos soberanos,

los BRICS, tal se denominan,

han sumado a la Argentina.

Tras larga negociación

se llegó a una decisión,

sin tener bolilla negra,

que a nuestro país integra

a esta promisoria unión.

domingo, 16 de abril de 2023

Les presento a Mariana Vigil

 Mariana Vigil es una ciudadana sueca, hija de los uruguayos Gonzalo Vigil y Pilar Rodríguez Larreta. Sí, sí, es pariente de los fundadores de la Editorial Atlántida y de nuestro burgomaestre porteño. También, y mucho más importante, es nieta de Enrique Rodríguez Larreta.

Enrique era un periodista del diario blanco El País. Su especialidad era el turf. Hombre de familia y amigos, de charlas y anécdotas. Un montevideano típico, cuya familia se entreveraba con políticos, escritores y cancilleres y su vida transcurría entre la bohemia de los burreros uruguayos, las visitas a los studs y las charlas con los jockeys y el mundo de la redacción del principal matutino de su país, las linotipos, las mesas de armado, los trabajadores gráficos y el inolvidable olor a tinta fresca.

Un día, bajo la dictadura del presidente Bordaberry, del que también era medio pariente, le secuestran un hijo. Su paz montevideana quedó rota para siempre. Se viene a Buenos Aires buscando al hijo y la miserable recua de asesinos que gobernaba la Argentina no tiene mejor idea que secuestrarlo a él también. La presión social, el peso de su apellido, “quien sabe lo qué”, hizo que Enrique fuera liberado. Y le dedicó toda su larga y linda vida a denunciar en todos los foros internacionales y en el propio juicio a las Juntas, sus atrocidades y crímenes.

Gonzalo y Pilar, su hija, se las tomaron para el Chile de Allende y allá los agarró Pinochet y los metió en el Estadio Nacional. Ellos fueron unos de los detenidos en el Estadio a los que logró arrancar el embajador sueco en Chile, Harald Edelstam, junto a más de 500 chilenos, 52 uruguayos (con Gonzalo y Pilar eran 54) y 13 bolivianos. Personalmente Edelstam, que era un hombre de larga trayectoria diplomática y con una actuación similar en la Segunda Guerra Mundial, acompañó a los refugiados en el vehículo de la embajada hasta la escalerilla del avión que los sacó de Chile.

Y así llegaron Pilar y Gonzalo a Jakobsberg, a Sångvägen, y tuvieron a Mariana y Natalia.

Y ellos fueron nuestros amigos en aquella pequeña colectividad de uruguayos, argentinos y chilenos, más algunos suecos solidarios, que era Sångvägen. Juntos hicimos un inolvidable viaje en auto desde Estocolmo a Albufeira, en el Algarve, el sur de Portugal.

Obviamente Mariana ha crecido, pero no ha renunciado a las ideas que motivaron y sostuvieron toda esta historia que acabo de contar. Y ha publicado en su muro de Facebook su opinión acerca del ingreso de Suecia a la OTAN. Dice Mariana, según mi traducción:

“Cosas que noto en la discusiòn por/contra OTAN.

La gente cree que libertad de alianza es lo mismo que neutralidad.

La gente no recuerda todas las veces que Suecia tomó posición a lo largo de la historia, de las cuales muchas veces lo hizo de una manera que quizás hubiese sido imposible si fuéramos miembros de la OTAN (Guerra de Vietnam, boicot a Sudáfrica durante el apartheid, contra la dictadura en Chile).

O sea: Yo no quiero ni una sola vez oír el argumento de que no vamos a entrar en la OTAN porque hay riesgos de que Trump sea electo presidente. Es un mal argumento ya que rápidamente se vuelve irrelevante, mientras que una membresía rige más o menos para siempre.

Simultáneamente muestran los decenios pasados que aún sin Trump como presidente, la libertad de alianza le dio a Suecia más posibilidades de asumir posiciones. Señalar a Trump como un espantapájaros posiblemente podría servir como un argumento contra los estúpidos burgueses a corto plazo que están felices de tomar la guerra en Ucrania como cuota de ingreso para convertirse en aliados de los Estados Unidos, pero no para una izquierda razonable”.

Nada, eso. Quería que conociesen a Mariana y su condenada coherencia.

Cuando publiqué esto en Facebook, Mariana me contestó:

En cuanto a la historia: Mi madre no estuvo presa en el estadio, solo mi padre. Y lo que pasó con mi abuelo es que se los llevaron a todos los uruguayos a Uruguay y dijeron que eran un grupo subversivo que había sido atrapado cuando intentaron ingresar en el país para tomar el poder o algún verso así. Pero la mentira fue muy mala y al final se vieron obligados a darles la libertad. Creo que le dieron la libertad a todos en ese momento, pero a mi tío lo volvieron a meter preso más adelante y no lo largaron hasta que se les desmoronó todo por ahí por el 1983.

Un detalle bastante interesante pienso yo, es lo que pasó cuando nosotros fuimos a visitarlos a ustedes que recién se habían vuelto a vivir a Bs. As. Justo en esos días mi abuelo también fue, pero en búsqueda del centro de detención clandestino donde él y su hijo habían estado. Lo logró. Junto con un periodista lo encontraron abandonado, y fue así que se llegó a conocer a Automotores Orletti. También fue la primera prueba de lo que después se conoció como Plan Cóndor. Entraron y el local era tal cual a lo que mi abuelo había descrito. Salió denunciando todo esto en la prensa, y encima se fue a Uruguay, que en ese momento todavía era dictadura. Pero siendo todo en público no se atrevieron hacerle nada, y después de haber armado un buen escándalo se regresó tranquilo a Suecia. La familia obviamente muerta de los nervios. 

Hay mucha información y alumnos videos que relatan partes de esta historia y sus testimonios de lo que él presenció en Orletti. 

Voy a ver si encuentro algo y lo pongo aquí.

Aquí está prácticamente todo creo yo. 

https://memoriayddhh.uy/archivo-enrique-rodriguez-larreta

Aquí un testimonio completo. Partes se usaron en documentales sobre el Plan Condor. Varios de la familia Santucho estaban en Orletti y él presenció la tortura. Pienso en esa parte y me pongo mal. También Sara Mendes, que le robaron el hijo ahí mismo, de tres semanas, y lo volvió a encontrar cuando tenía casi 30 años. 

https://youtu.be/BB-DMtOZbRU


jueves, 13 de abril de 2023

Décimas a la familia Martínez de Hoz

La estirpe Martínez de Hoz

quiero presentar aquí:

siempre en contra del país

que le dio poder y voz.

Narciso Martínez de Hoz,

dio comienzo a una familia

que dedicó su vigilia

a venderle al británico

salteando el control hispánico.

De allí viene su anglofilia.


Durante los años de guerra,

de independencia y civil,

fue su actividad febril

hacerse dueños de tierras

y es con Pavón cuando cierra

su ingreso en la gestión.

Juez de paz en la región

de Castelli fue nombrado

Federico, un hacendado

que empezó la diversión.


Federico, que hijo era

de aquel Federico, el juez,

presidía con rigidez

la SRA altanera.

Con Uriburu se altera

la voluntad popular.

Federico, sin dudar,

da el apoyo ruralista

a la maniobra golpista

y allí comienza a tallar.


Gobernador se convierte

en Buenos Aires, distrito

que con fraude, sable y pito

maneja con mucha suerte.

Tan es así que invierte

plata pública en su estancia,

que termina en una instancia

judicial con resultados

confusos e inesperados:

lo renuncian sin prestancia.



Otro nieto de Narciso,

que en Inglaterra estudió,

José Alfredo se llamó

y tuvo un papel preciso:

la Sociedad Rural quiso

que fuera su presidente

en el momento en que al frente

del país estaba Perón.

No hubo buena relación,

entenderán fácilmente.


Este nieto José Alfredo

tuvo un José Alfredito

que, en este país bendito,

su memoria aún da miedo.

Siempre liberal su credo,

gorila en sus convicciones,

se enredó en conspiraciones

militares y golpistas

y logró estar en las listas

para múltiples funciones.


Fue con la Libertadora

que su carrera empezó

y un milico lo nombró,

¡maldita sea aquella hora!

En Salta fue la aurora

que dio comienzo a su día.

Después fue Ganadería,

ya con Guido presidente,

hasta que llegó, ascendente

a ministro de Economía.


No era tanto su saber

lo que daba reverbero.

Era el mundo financiero

que acunaba su poder

y se comenzó a imponer

la deuda como violencia

y el FMI, regencia

de un largo sometimiento

que canceló todo intento

o aliento de independencia.


José Alfredo, conocido

como Joe, en su clase,

conformó siempre la base

cuando de golpe hubo ruido.

Su voz fue así el graznido

de aquella pata civil

que, criminal y febril,

se sumó a la matanza

y en una macabra danza

enlazó entrega y fusil.


Lo primero que hizo Joe

fue desindustrializar.

Se comenzó así a importar

lo que a la industria corroe.

Fue como bomba de azoe

sobre los trabajadores

el fantasma y los rigores

de la desocupación.

Después la especulación

quitó a todos sus pudores.


La actividad financiera

tuvo su ley y su orden

lo que permitió que engorden

poderío y faltriquera.

Con la tablita en carrera

creyó encontrar solución

al tema de la inflación

y el precio de la divisa.

La inflación, muerta de risa,

se hizo sobrevaluación.


Sin fábricas y sin trabajo

con inflación y secuestros

sus proyectos más siniestros

lo mandaron al carajo.

Lo acompañó un gargajo

de la popular memoria.

Joe quedó en la historia

de nuestro pueblo argentino

como un gran asesino,

como verdadera escoria.


Fue en el año 13,

en prisión domiciliaria

por una causa corsaria,

que, por fin, Joe fallece.

Es el final que merece

su miserable figura;

el país aún no se cura

de su pesada herencia,

porque muchos, en su ausencia,

repiten la partitura.


Un José Alfredo hoy ocupa

de su padre el casillero,

cipayo y, a más logrero,

en la liberal chalupa.

Al tipo no le preocupa

litigar contra Argentina

y defender la letrina

de intereses extranjeros,

sobre todo si hay dineros

a meter en la pretina.


Esta décima termina

sobre una estirpe nefasta,

parte esencial de una casta

que ha sido la toxina

más letal de la Argentina.

Habrá Martínez de Hoz

hasta que con una coz,

un rotundo martillazo,

los saque siempre del mazo

el pueblo dulce y feroz.


Buenos Aires, 13 de abril de 2023

sábado, 8 de abril de 2023

Estuve en la despedida a Héctor Alterio

Entro a mi casa después de una noche maravillosa. Y por varios motivos.

Fui con Guadalupe al estreno de la despedida de las tablas porteñas de Héctor Alterio, en el Teatro Astros. El viejo teatro de revistas de Héctor Ricardo García ha sido convertido, por obra de Andrea Stivel, en una magnífica sala con una notable oferta teatral -ahí mismo pude presencia Inferno, la magnífica obra de Rafael Spregelburd-.

En el foyer me encontré con Víctor Laplace, a quien no veía hacía ya largo tiempo. Nos estrechamos en un emocionado abrazo. Mi recuerdo sobre nuestras experiencias juveniles en el lejano Tandil de la década del '60 lo habían conmovido.

Entramos en la sala que lentamente se iba llenando de invitados, periodistas, fotógrafos y un público de mediana edad que venía a rendirle su homenaje y agradecimiento a ese porteño gigantesco que es, por siempre, el flaco Héctor Alterio.

Por fin se apagaron las luces. Un piano, dos sillones distanciados, cada uno con su atril era todo la escenografía. Entró a escena el pianista Juan Esteban Cuacci. Juan Esteban es hijo de otro grande del piano y del tango, Juan Carlos Cuacci y de Inés Rinaldi, la hermana de la gran Susana, a quien ha acompañado durante muchos años. Desgranó desde el piano una selección de tangos clásicos para dar lugar a la entrada del homenajeado.

Un anciano erguido y elegante entra en el escenario y la sala estalla en un aplauso cerrado y largo. Héctor Alterio no oculta sus gloriosos 93 años. Los luce con prestancia, con garbo, con una solvencia que solo más de sesenta años en las tablas pueden dar. Aplaude el actor a su público, le estrecha la mano al pianista, pide al público que se siente.

- Se me sientan, dice con su voz inconfundible, dándole a su pedido un tono imperativo y humorístico a la vez.

El público, el gigante de mil cabezas, obedece y el silencio se hace expectante.

Desde el piano se oyen las notas escritas por Acho Manzi de El Último Organito. Alterio se sienta en el sillón más cercano al piano y comienza a recitar los imborrables versos de Homero Manzi. Una fotografía en sepia de un paisaje levemente urbano que ya no existe se apodera de la imaginación y el ensueño de mil cerebros de hombres y mujeres que ven como

se mezclan luces de luna y almacén

en un suburbio mitológico que ya no existe más que en el imaginario porteño, en el adn cultural de los empedernidos habitantes de la poesía tanguera, nuestra platónica cédula de identidad.

En el piano suenan ahora unas notas que provocan lágrimas evocadoras. Y entonces, ese anciano que es como el obelisco, como la Plaza de Mayo, como el bandoneón de Troilo, dice, con su voz inconfundible y sin ningún dejo español:

Tu frente triste de pensar la vida

tiraba madrugadas por los ojos...

Y estaba el terraplén con todo el cielo,

la esquina del zanjón, la casa azul.

Cátulo despidiendo a Homero y Pichuco sosteniendo en el fuelle una nota que se niega a morir. Y nuevamente la geografía mítica, primal, de Buenos Aires y el barrio Sur se despliega ante nuestros ojos que tienden, lentamente a cubrirse de la confusa pátina de las lágrimas.

Héctor Alterio, el demiurgo, ya nos ha enredado definitivamente en su voz, en su evocación.

Se levanta el mago de su sillón y nos dice:

- Pero un día no pude volver.

Y se traslada lentamente hacia el otro sillón, más alejado.

Y ahora está en España y cuenta que decidió salir a los caminos, a los pueblos, a las aldeas de España a recitar, ni más ni menos que, a León Felipe, el maldito, el repudiado, el que encontró su lugar en el México de Cárdenas que había nacionalizado el petróleo.

Y comienza el mago a recitar los largos poemas, desgarradores y torvos, de León Felipe. Y, yo desde la platea, me siento aquel adolescente que leía fascinado los poemas de ese español que nunca llamó a Inglaterra de otro modo que “vieja raposa”. Y mientras Alterio lee como quien habla el poema “Qué Lástima”:


¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!

yo escucho dentro mío al castellano retobado que me dice, como a los 18 años:

Inglaterra,
eres la vieja raposa avarienta,
que tiene parada la historia de Occidente hace más de tres siglos,
y encadenado a Don Quijote.

Debo decir que a esta altura del maravilloso espectáculo que nos daba Alterio yo ya estaba llorando.

El mago se había hecho cargo de todos mis sentimientos y lo único que deseaba era que Guadalupe sintiese algo de lo que yo estaba sintiendo.

El epectáculo estaba por terminar. Alterio, entonces, intenta explicar con otro poeta porteño, en este caso una mujer, el porqué de este hechizo, de este estar volviendo siempre y acude a los versos de Eladia:

¡Me reconozco en la costumbre de volver!

A reencontrarme en mí, a valorar después,

las cosas que perdí... ¡La vida que se fue!

Y comienza su despedida que el público quiere hacer eterna. Y así, de pie, a sus 93 años, solo en el escenario el gigante comienza a recitar, de memoria, sin ayuda de ningún papel, el enorme poema de León Felipe, ese que comienza:

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.

Y este porteño de ley, hijo de italianos, como Manzi, como Julián Centeya, como Juan Maglio (Paccio), como tantos miles que han hecho este país un orgullo, se despide. Quizás para siempre de las tablas. Quién sabe. La costumbre de volver es muy nuestra.

Y así salí, con el alma estremecida de una emoción como pocas veces he sentido.

Fui testigo con mi hija de una enorme despedida.

Buenos Aires, 8 de abril de 2023.

Héctor Alterio


Yo tenía 16 años. Me había unido, en Tandil, provincia de Buenos Aires al Pequeño Teatro Experimental (PTE), una propuesta lanzada por un muchacho diez años mayor que yo, Juan Carlos Gargiulo, un fumador de Particulares que se levantaba a las 12 del mediodía, trabajaba eventualmente como vidrierista de algunas de las tiendas de entonces y me hizo conocer a Agustín Cuzzani y a Osvaldo Dragún. Formaban parte de ese grupo, entre los que recuerdo, Osvaldo Soriano, un obrero de la Metalúrgica Tandil que escribía cuentos fuera del horario de trabajo, Juan Carlos Campagnolle, un muchachón, hijo de una viuda propietaria de un campo arrendado, que vivía junto con su hermana a la vuelta de mi casa, y sin trabajo conocido -la renta agraria le permitía hacerlo-. También estaba el hijo del relojero de ese pueblo de entonces con casa y negocio en la calle Pinto, entre el Club Hípico y el escritorio de Arano, Víctor Andrés Laplace. "El escritorio", entonces, quería decir la oficina del administrador de arrendamientos y ventas de ganado de los terratenientes agrarios. 

Ese Pequeño Teatro Experimental fue para mí el ingreso oficial al mundo de la cultura, a las discusiones sobre Bergman y el neorrealismo italiano, sobre Aldous Huxley y los poemas de Borges que publicaba los domingos el suplemento cultural de La Nación. 

Fue en una de esas conversaciones alrededor de unas tazas de café llenas de puchos de cigarrillos que escuché por primera vez el nombre de Héctor Alterio. Posiblemente haya sido Víctor Laplace, quien también trabajaba como administrativo en la Metalúrgica Tandil y, en tal función viajaba habitualmente a Buenos Aires, quien lo haya mencionado.

"Es el mejor actor argentino" se dijo también al nombrarlo. 

- Pero, ¿y Alfredo Alcón?, pregunté. Lo había visto en la televisión en blanco y negro, que esa noche por fortuna se veía sin nevado, en Bodas de Sangre, junto con María Casares.

- No. Héctor Alterio es superior. Es actor en Nuevo Teatro, me respondieron. -Junto con Pedro Asquini y Alejandra Boero. Nuevo Teatro es una propuesta de teatro no comercial, como la nuestra, como la del Pequeño Teatro Experimental, me explicaron.

Fue en ese momento, entonces, que su nombre me quedó grabado para siempre. Y no fue sino varios años después que pude verlo en el cine. Supongo que en La Tregua. Pero la idea de que era el mejor actor de la Argentina me acompañó toda la vida.

Todo esto para anunciarles que esta noche voy a ir al estreno de la despedida del gigantesco Héctor Alterio de los escenarios. 

Entre aquel atardecer en que oí su nombre por primera vez y esta noche han pasado 60 años. 

viernes, 31 de marzo de 2023

Hoy hemos fracasado

Hoy la Argentina,

“la nueva y gloriosa nación”,

los hombres de Mayo,

José de San Martín

y su “andaremos en pelota

como nuestros hermanos los indios”,

Don Juan Manuel y Doña Encarnación,

Don Justo José y Felipe Varela

y el Chacho Peñaloza,

la generación del 80 y sus talentos y su logia,

Don Hipólito y sus revoluciones

contra “el régimen falaz y descreído”,

y los socialistas abstemios

y los comunistas de Leningrado,

los conservadores fraudulentos,

el General, Evita y sus “grasitas queridos”,

los golpistas y los democráticos,

los desarrollistas y los liberales,

los de la lucha armada

y los de la insurrección popular,

los de las botas y los de los votos,

los que no vieron el nuevo siglo

los que vivimos el nuevo siglo,

los del Papa argentino,

Maradona y su “la tenés adentro”,

Messi y los campeones del mundo,

todos, todas, todes

hoy hemos fracasado.

La computadora me ha escupido en la cara:

Murió una beba de tres meses

en situación de calle

a metros de la Casa Rosada.

En la pretendida capital cultural de América Latina,

en la ciudad más rica del país,

a unas cuadras de Puerto Madero,

a seis mil dólares el metro cuadrado,

cuando estaba para que la mimen,

le den la teta y la cambien,

la tengan a upa y le canten

viejos arrorós,

murió una beba,

un pedacito de carne palpitante,

una sonrisa sin dientes

que no podía respirar.

Que el silbido de sus bronquios taponados

nos quite para siempre el sueño y la tranquilidad.

Que nunca más podamos dormir

por miedo a que la beba ya no exhale

ese aliento suave y con olor a cosas hermosas.

Hoy hemos fracasado.

Que no se nos olvide.


Buenos Aires, 31 de marzo de 2023




sábado, 18 de marzo de 2023

Guerra en Europa, Sin Novedad en el Frente

Anoche vi “Sin Novedad en el Frente”. Para mi generación, el título de la película evoca inmediatamente a la novela del alemán Erich Maria Remarque, aunque mi generación, posiblemente, sea la primera que no la leyó al llegar a los veinte años.



El libro salió a la venta en 1929 y se convirtió rápidamente en uno de los textos más populares contra la guerra. La tradujo al castellano, en España, el stalinista Wenceslao Roces, un profesor de Derecho Romano, funcionario de la República Española y vinculado a un oscuro episodio ocurrido poco antes de la caída de Madrid en manos del fascismo: la desaparición de 2.796 monedas de oro antiguas, por un total de 16 kilo, más 242 monedas árabes y 322 visigodas que no llegaron a pesarse. Roces, hombre, por otra parte, de una amplia cultura, fue, entre otros trabajos, el traductor de la biografía de Carlos Marx, de Franz Mehring.

En la Argentina, su traductor fue otro stalinista, el poeta Arístides Gandolfi Herrero, conocido como Alvaro Yunque, de una vasta producción literaria.

Para mi generación, que no conoció guerras mundiales, para decirlo de algún modo, sino que creció en un mundo de guerras de liberación, guerras anticolonialistas y antiimperialistas (Corea, Vietnam, crisis de Suez, Congo, Angola, Mozambique, etc.) la novela de Remarque aparecía como un lloroso libelo pacifista, defensor de la coexistencia pacífica.

De manera que mi acercamiento a la película ha sido prudente y sin entusiasmo. El hecho de que esta nueva versión alemana compitiese con nuestra “Argentina, 1985” por el Oscar a la mejor película extranjera no hizo más que aumentar mi prevención.

Quedé deslumbrado, maravillado, estupefacto. Esta versión de “Sin Novedad en el Frente” es una gigantesca película, con una dirección de cámara y de actores, con un encuadre, con una iluminación y una dirección de arte para los que casi no encuentro adjetivos. Me repito, es deslumbrante. Mi querido amigo Enrique Lacolla -el maestro cordobés que me ayudó, entre otros saberes, a ver y a analizar el cine- no es muy entusiasta del alejamiento de la película de la novela originaria, de la aparición de instancias institucionales y políticas en el filme y de su final distinto al de Remarque (http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=752) . Insisto, no leí la novela ni vi las versiones cinematográficas anteriores.

Esta película no se puede no ver. Además de su alta calidad técnica y artística, es la primera vez, desde la entrada del Ejército Rojo en Berlín, que en el centro de Europa hay una guerra en la que están, de una u otra manera, involucradas todas las potencias atómicas y todos los países de Europa occidental. La carnicería, la degollina, la picadora de carne humana, el desprecio a la dignidad humana que la guerra implica aparece en la pantalla con una naturalidad apabullante. Hay fotogramas en el filme que ni el genio de Ieronimus Bosch y su parafernalia de íncubos y demonios podría haber imaginado.

Que nuestra película haya competido en el mismo nivel que ésta acrecienta su valor. No ganamos, pero no ganamos ante algo casi único.

domingo, 5 de febrero de 2023

Lidia Borda y Ariel Arditt en el Tasso

Vengo del Torquato Tasso. Hacía mucho que no iba. He sido un habitué desde los tiempos, en la década del 90, que era una milonga, donde también se presentaban en su pequeño escenario, artistas como el Chango Farías Gómez o La Orquesta Petitera. Fue ahí donde, los domingos por la tarde, tomé inolvidables clases de milonga de El Tigre, un veterano milonguero, viejo marino mercante con increíbles historias en Johannesburg y Bangkok.

Ha cambiado el Tasso. Ahora es un lindo lugar nocturno donde se puede comer y tomar un buen vino y presenciar un extraordinario y único show de tango. Fui con una querida y vieja amiga de aquellas noches milongueras, una hermosa morocha, divertida y geminiana, como yo. Lo de geminiana viene a cuento porque mi amiga es, también, astróloga, con afamados clientes y con columna en importantes matutinos porteños. Lo primero que me dijo al encontrarnos -no nos veíamos desde antes de la pandemia- fue:

- Julio, Géminis está en Marte, estamos muy mecha corta.

Bueno, fuimos al Tasso a ver y escuchar a Lidia Borda y a Ariel Arditt.

El local estaba repleto. La muchachita que nos recibió nos informó que las mesas eran compartidas. Nos sentamos a la mesa de una pareja, amable y simpática. No había una sola mesa libre. Estaba lleno.

Pedimos algo para comer y una botella de un liviano y rico Pinot Noir.

A las diez se apagaron las luces y aparecieron Lidia y Ariel, acompañados por un pianista y un guitarrista, con una guitarra de ocho cuerdas como la que toca Yamandú Costa, ese notable guitarrista gaúcho que les presenté semanas atrás.

Amigos, el show de Lidia Borda y Ariel Arditt es algo extraordinario, único, digno de esta maravillosa y también única ciudad que es Buenos Aires.

Lidia Borda es una intérprete maravillosa. Canta hoy mejor, incluso, que hace diez años, cuando era, posiblemente, la mejor. Su repertorio es, simplemente, exquisito. Esos tangos y valses se vuelven en su voz redonda, potente, envolvente y llena de sorprendentes vibratos, en avasallantes poemas de amor, de olvido y desesperación.

Lidia Borda es una experiencia emocional única y digna de los más grandes escenarios del mundo. Es nuestra Nina Simone, nuestra Amalia Rodríguez, nuestra Omara Portuondo.
Ariel Arditt, a su vez, es el mejor cantor de los últimos veinte años. Pero ha adquirido aplomo, experiencia, cancha y su repertorio es, también exquisito y cuidado.

Quiero decir que, gracias al Pinot Noir y al prodigio de estos dos artistas mi amiga y yo tuvimos que secarnos los ojos. Se nos habían metido unos tangos.

En algún momento, cuando los escuché por primera vez, hace ya años, pensé que Lidia buscaba inspiración en Ada Falcón, así como Ariel lo hacía con Charlo. Hoy son dos maravillosos artistas porteños, los mejores en su género que es el género de Buenos Aires.


Mención aparte merecen los dos músicos. El pianista, Daniel Godfrid, es un pibe que rompe el teclado. Con una inspiración salganiana, acompaña, adorna, replica y resalta la voz de los cantantes. El guitarrista, cuyo nombre me van a disculpar, no le va a menos y arma un dúo que recuerda a los viejos Salgan y De Lío.

Esta ciudad es, para mi, una de las mejores del mundo. En ninguna de las grandes ciudades que conozco podés disfrutar de un show como este y salir a caminar por San Telmo, a las doce de la noche, para encontrarte, en la Plaza, una pareja de baile que la rompe con un público que cena, disfruta de un vino o una cerveza en una noche de luna llena.

Nos fuimos, mi amiga y yo, caminando por Defensa. Me aseguró que la lectura de la carta astral daba que salíamos campeones del mundo y nos pusimos a hablar de los pibes de Malvinas, de Bangla Desh, de su cariño a la Argentina y terminamos puteando a los ingleses. Porque ya se sabe: el que no salta es un inglés.