domingo, 10 de diciembre de 2017

El marinero y el príncipe

La vida ha sido pródiga conmigo. Y este conflicto ridículo provocado por la torpeza de un presidente inepto con el reino de Noruega me recordó un hecho ocurrido posiblemente en el año 1997 o 98.
Vivíamos bajo la falsa prosperidad del uno a uno y el Dúo Dinámico de Menem y Cavallo se vanagloriaba por el mundo del resultado de sus políticas. Fue una época en que me dediqué con ahínco y entrega a una actividad que me dio grandes momentos y recuerdos: la milonga. También fue una época que transcurrió en un hermoso horario, entre las 10 de la noche y las cinco de la mañana. Conocí hermosas mujeres de todo el mundo y una increíble variedad de personajes nocturnos. Viejos tangueros, ex presidiarios, antiguos marineros, ocho cuarentas retirados, bailarines que habían recorrido el mundo entero al compás de La Yumba, estafadores y charlatanes.
Frecuentaba la milonga de entonces un noruego, jubilado en su país como marino mercante, que se había aquerenciado en Buenos Aires, había aprendido a bailar el tango y amaba la noche porteña. Tendría entonces unos 70 años y vivía en la zona de San Telmo. Un mediodía, después de una jornada que había comenzado en la medianoche anterior, recalamos a almorzar en el maravilloso boliche El Desnivel, en la calle Defensa y el pasaje Giuffra. Éramos un grupo de seis o siete hombres y mujeres, transnochados y hambrientos, que nos sentamos a una mesa cercana a la escalera que subía al entrepiso. Bajo esa escalera había, entonces, una mesa redonda que solía ser un lugar preferencial por su ubicación y tamaño.
Nos sentamos a nuestra mesa y el noruego comenzó a mirar con atención hacia la mesa redonda.
De pronto exclamó:
- Pero..., ese es Haakon.
En realidad, sonó algo como Jóokon. Después nos enteramos que se escribía así.
Se incorporó decidido y se acercó a la mesa e inició una conversación con un joven, vestido como un hombre de negocios, traje oscuro, corbata de seda, alto y delgado.
Volvió a la mesa y nos confirmó su hallazgo. Era, justamente, Haakon Magnus, el hijo de Harald, rey de Noruega, el heredero al trono creado con la ruptura de la Unión de Suecia y Noruega, en 1905. Según le había explicado, estaba en Buenos Aires en un viaje privado de negocios y no tendría inconveniente en estrechar la mano de los amigos de su súbdito.
De modo que, al irnos, nos acercamos a la real mesa y saludamos al príncipe Haakon, ante la delicia y el orgullo de nuestro marinero.
La milonga y la trasnoche nos habían ofrecido otra inesperada sorpresa.

Buenos Aires, 9 de diciembre de 2017