domingo, 9 de noviembre de 2025

Gaucho, Patria y Tradición

Anoche estuve, con mi amigo Edu Auzmendi, en La Conversa, en Castro Barros 809. La idea era presenciar un espectáculo que se llamaba Gaucho, Patria y Tradición, todo ello a cargo del historiador Ezequiel Adamovsky, la cantante surera Nayla Beltrán y los payadores Wilson Saliwonckzyk y Santiago Lapine.


Fui testigo de un espectáculo emocionante y de una inmersión en la historia y en la antropología de mi país de tan solo hace 160 años. Ezequiel Adamovsky es un hombre al que sigo desde que publicó su Historia de la Clase Media. Es un notable hijo de la academia que carece de los vicios de sus colegas, que ha sabido encontrar algunas de las claves maestras de la sociedad argentina y que en su libro sobre el gaucho ha ratificado algunas de las mejores cosas que aprendí de mis maestros de la Izquierda Nacional. Ignoro si lo sabe y carece de la más mínima importancia, pero su visión del gaucho, de su entronización como paradigma nacional por parte de la clase dominante del fin de siglo XIX y principios del XX, de la transformación del matrero y desertor en paradigma del héroe nacional, por parte de un sistema oligárquico que lo había eliminado socialmente, es uno de los mejores momentos de las reflexiones de Jorge Abelardo Ramos, tanto en Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, como en Crisis y Resurrección de la Literatura Argentina.

El espectáculo me emocionó hasta las lágrimas y en mi fuero interno deseaba que un escenario como el del Gran Rex o el Teatro San Martín pudiera albergarlo.

Un historiador, de orígenes centroeuropeos, unos maravillosos payadores criollos, pero con antepasados en Europa oriental y una muchacha cantora de milongas sureras, expusieron con verso, canto y palabra, la historia de ese mito fundante: el gaucho y el uso que el nacionalismo lugoniano hizo de ese matrero desertor, convirtiéndolo en paráfrasis de una nación inexistente y de un ser nacional al servicio de una clase dueña de las tierras.

Nos hablaron y nos cantaron sobre la multitud de genes españoles, indios y africanos que compusieron ese héroe, de sus mujeres innombradas e ignotas. De la multitud de "negros" que pueblan el poema de Hernández y de la convergencia de sonidos y tradiciones que conformaron las décimas y las milongas con las que esos gauchos cantaron su gesta.

Hubo un momento, quizás ayudado por el exquisito cabernet franc que tomamos con mi amigo, en que los ojos se me humedecieron hasta necesitar la ayuda recatada de una servilleta de papel. Pero la sensación de adentrarnos en nuestra gestación como pueblo, la admiración que siempre me produce la notable capacidad de incorporar lejanas tradiciones y culturas transformándolas en propias, de nuestra Argentina, me dieron una maravillosa noche de viernes.

Nayla Beltrán le agregó a la experiencia una versión femenina, del siglo XXI y desde la pampa urbanizada, de esas décimas hispanas que constituyeron nuestro canto nacional.
Una noche para agradecer a los amigos que nos contaron estas maravillas desde el improvisado escenario.

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