Anda recorriendo el mundo
un pícaro rosarino
que descarado y sin tino
bolacea inverecundo.
Ocultando que es oriundo
de una itálica aldea,
el rosarino alardea
de un hispánico orgullo.
Se llama Marcelo Gullo
y a los gallegos buitrea.
Este Gullo aquí nombrado
tiene una historia peruana.
Él dice que son macanas,
pero en Perú era buscado.
En su rumbo alocado,
pronto se hizo peronista,
para más, ¡revisionista!,
y así seguir ordeñando
cualquiera que fuese el bando:
¡Marcelo, el oportunista!
Agotada esta instancia
salió a buscar otro norte,
un gobierno, alguna corte,
para viáticos y estancia.
Eso intentó, sin prestancia,
con Maduro, en Venezuela.
Allí no encontró candela,
y con tremendo bloqueo
tuvo miedo al desempleo.
Se fue a España a buscar tela.
Por el lado de la izquierda
todo estaba muy cerrado.
Mucho argento había pasado,
ya no hay español que muerda.
En ese instante recuerda
viejos textos hispanistas.
Si defiende la conquista
que de América hizo España
podrá impedir la guadaña
del hambre que ya se avista.
Y así salió a toda vela,
sin el mínimo desgarro,
a defender a Pizarro,
a Cortés y hasta a Pezuela.
poniendole la sayuela
de inglés hasta a San Martín.
Nada detiene al golfín
para cobrar su salario.
Para ser un buen sicario
hay que ser traidor y ruin.
Esta es la breve historia
de un pícaro historiador
que sin rubor ni pudor
se ató a la dulce noria
de un amo triste y sin gloria.
Marcelo Gullo es el nombre.
Compañero, no se asombre
si en el medio de un camino
se lo encuentra a este ladino:
no tiene mucho de hombre.
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