sábado, 18 de marzo de 2023

Guerra en Europa, Sin Novedad en el Frente

Anoche vi “Sin Novedad en el Frente”. Para mi generación, el título de la película evoca inmediatamente a la novela del alemán Erich Maria Remarque, aunque mi generación, posiblemente, sea la primera que no la leyó al llegar a los veinte años.



El libro salió a la venta en 1929 y se convirtió rápidamente en uno de los textos más populares contra la guerra. La tradujo al castellano, en España, el stalinista Wenceslao Roces, un profesor de Derecho Romano, funcionario de la República Española y vinculado a un oscuro episodio ocurrido poco antes de la caída de Madrid en manos del fascismo: la desaparición de 2.796 monedas de oro antiguas, por un total de 16 kilo, más 242 monedas árabes y 322 visigodas que no llegaron a pesarse. Roces, hombre, por otra parte, de una amplia cultura, fue, entre otros trabajos, el traductor de la biografía de Carlos Marx, de Franz Mehring.

En la Argentina, su traductor fue otro stalinista, el poeta Arístides Gandolfi Herrero, conocido como Alvaro Yunque, de una vasta producción literaria.

Para mi generación, que no conoció guerras mundiales, para decirlo de algún modo, sino que creció en un mundo de guerras de liberación, guerras anticolonialistas y antiimperialistas (Corea, Vietnam, crisis de Suez, Congo, Angola, Mozambique, etc.) la novela de Remarque aparecía como un lloroso libelo pacifista, defensor de la coexistencia pacífica.

De manera que mi acercamiento a la película ha sido prudente y sin entusiasmo. El hecho de que esta nueva versión alemana compitiese con nuestra “Argentina, 1985” por el Oscar a la mejor película extranjera no hizo más que aumentar mi prevención.

Quedé deslumbrado, maravillado, estupefacto. Esta versión de “Sin Novedad en el Frente” es una gigantesca película, con una dirección de cámara y de actores, con un encuadre, con una iluminación y una dirección de arte para los que casi no encuentro adjetivos. Me repito, es deslumbrante. Mi querido amigo Enrique Lacolla -el maestro cordobés que me ayudó, entre otros saberes, a ver y a analizar el cine- no es muy entusiasta del alejamiento de la película de la novela originaria, de la aparición de instancias institucionales y políticas en el filme y de su final distinto al de Remarque (http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=752) . Insisto, no leí la novela ni vi las versiones cinematográficas anteriores.

Esta película no se puede no ver. Además de su alta calidad técnica y artística, es la primera vez, desde la entrada del Ejército Rojo en Berlín, que en el centro de Europa hay una guerra en la que están, de una u otra manera, involucradas todas las potencias atómicas y todos los países de Europa occidental. La carnicería, la degollina, la picadora de carne humana, el desprecio a la dignidad humana que la guerra implica aparece en la pantalla con una naturalidad apabullante. Hay fotogramas en el filme que ni el genio de Ieronimus Bosch y su parafernalia de íncubos y demonios podría haber imaginado.

Que nuestra película haya competido en el mismo nivel que ésta acrecienta su valor. No ganamos, pero no ganamos ante algo casi único.

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