sábado, 31 de agosto de 2024

Este país, mi país, la Argentina, llevada y traída a lo largo de estos dolorosos 70 años, guarda en su seno la maravillosa capacidad de cumplir, posiblemente, un único mandato de los hombres del 53 cuando inscribieron en el preámbulo constitucional “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

Alguna vez, casi como un chiste, afirmé que cuando el periodismo vea a algún muchacho de origen coreano presidir el centro de estudiantes del Nacional Buenos Aires, del Carlos Pellegrini o del Mariano Acosta, que le ponga un ojo, porque posiblemente sea el primer presidente argentino de ese origen.

Acabo de escuchar en la radio sobre el estreno de una película dirigida por una compatriota de origen coreano. Me niego a hablar de argentino-coreana. Esa es la denominación usada en los EE.UU. donde sólo los americanos de origen anglo-sajón se consideran con el derecho a ser norteamericanos. Astor Piazzolla no es ítalo-argentino, ni Norman Briski es judeo-argentino. Acá somos todos argentinos de diferentes orígenes, algunos de acá, otros de allá.



La película se llama Partió de mí un barco llevándome, su directora, nacida en Buenos Aires, se llama Cecilia Kang y su protagonista es otra porteña, Melanie Chong. El argumento toma como punto de partida la brutal explotación sexual de mujeres coreanas por parte de los invasores japoneses que entre 1910 y 1945 ocuparon colonialmente el actual territorio de Corea del Norte y Corea del Sur. El destino de esas pobres mujeres no terminó con la expulsión de los japoneses. La sociedad coreana las relegó a un plano de inexistencia, como si hubieran sido cómplices del invasor. La directora toma como punto de partida el testimonio horroroso de una de esas mujeres, Kim Bok-dong, quien falleció en enero de 2019. A partir de ello se mete con aquellas voces que fueron durante mucho tiempo silenciadas y que hasta el día de hoy son escuchadas parcialmente, a través de su protagonista Melanie.

La directora ha dicho que desconocía esa historia y le impresionó en un viaje que realizó a Seúl. Las historias desconocidas de la tierra de los padres se mezclan con las desconocidas historias de la tierra en la que nació y encuentra el nombre para su filme en un poema de Alejandra Pizarnik:

“explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome”

Este país, mi país, La Argentina sigue incorporando a “todos los hombres (y mujeres) del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Y no hay argentino-coreanos. Hay argentinos con los ojos rasgados y una maravillosa gastronomía. Y la directora agrega, en una entrevista, para que no quepa duda de lo que estoy diciendo:  Hoy por hoy, con las políticas que estamos viviendo, siento que se hace aún más presente una película como ésta”.

Esa tontería me enorgullece y emociona.

La película se exhibe en el MALBA los sábados a las 18 horas.

jueves, 8 de agosto de 2024

Cateterismo

Hoy tuve un día lleno de emociones.

Como les conté, tenía que internarme a las 13 horas para una intervención médica. Pedí un coche para las 12 y, como Rivadavia estaba cortada por la manifestación de la UTEP, caminé hasta avenida La Plata a esperar el vehículo.

En esa esquina me encuentro con un lógico nudo de tránsito y un viejo típicamente caballitense hablando, con un conductor, de los "planeros, vagos y malentretenidos" que marchan por la avenida. Espero que se desocupe para que me alcance y lo miro. Cree ver en mí una mirada de complacencia con sus invectivas y me dice: 

--Este país de mierda.

Lo miré a los ojos y le respondo en vos alta y provocadora: 

-- Sí, este país hecho mierda por el hijo de puta de Milei.

-- Ya lo era desde antes. -- me responde el pobre anciano.

-- Calláte viejo de mierda, bien que lo votaste al insecto este.

Pretendió responderme algo que no escuché, pero me oí claramente decirle, ya en tren te rompo los dientes:

-- Sos un viejo de mierda gorila e hijo de mil putas.

Comenzó a retirarse, mientras el Dr. Baraibar, convertido ya en su otro yo, gritaba:

-- ¡Andá a la puta que te pario, viejo choto!

El geronte se retiró a paso redoblado perdiéndose en el tráfico y la multitud.

Llegué al sanatorio donde me esperaba mi hija. Me interné, me desnudé, me puse la pecherita esa que te dan en los nosocomios para taparte el rabo y me acosté, mientras miraba los juegos olímpicos, con mi hija de compañía.

Al rato entra el doctor y me informa que van a tener que postergar la intervención ya que los dos quirófanos que dispone el sanatorio estaban ocupados en casos de emergencia aguda y que no sabían a qué hora se desocuparían. Dado que yo estaba en ayunas me aconsejó suspender la internación para dentro de 15 días. Me pareció oportuna y prudente la medida y me volví a vestir y salí con mi hija para buscar algún lugar donde almorzar.

Estaba famélico.

Encontramos un restaurante llamado algo así como Las Delicias de Taiwan y entramos.

Ya en la entrada veo unos libros en cuyas tapas dice algo como La verdad sobre el Partido Comunista Chino. Nos sentamos a una mesa y, observando el entorno, vemos que pertenece a la secta china Falun y en las pantallas de televisión pasan vídeos atacando a la República Popular China. Mi hija y yo comentamos la situación y pedimos la comida que, por otra parte, era excelente. Comimos muy rico y pedimos la cuenta.

El tipo que nos atendía nos cobra e intenta darme un folleto explicativo sobre las actividades de la secta.

Le guiño un ojo a mi hija y le digo:

-- No, gracias, somos comunistas.

-- Yo solo quería explicarles quiénes somos.-- me dice el gil este.

-- Sí, -- le digo -- son la secta que creó la CIA contra el gobierno de la República fundada por el camarada Mao Tze Dong.

-- Acá todos nosotros pertenecemos a ese movimiento. -- me responde.

-- Lo sé, lo sé, ya los vamos a echar a la mierda de acá también.-- le dije, dando por terminado el agradable diálogo.

El día estaba salvado. Me había peleado con un gorila argentino y con agentes de la CIA chinos.

Y pensar que yo salí para que me pongan un catéter.