Este país, mi país, la Argentina, llevada y traída a lo largo de estos dolorosos 70 años, guarda en su seno la maravillosa capacidad de cumplir, posiblemente, un único mandato de los hombres del 53 cuando inscribieron en el preámbulo constitucional “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.
Alguna vez, casi como un chiste, afirmé que cuando el periodismo vea a algún muchacho de origen coreano presidir el centro de estudiantes del Nacional Buenos Aires, del Carlos Pellegrini o del Mariano Acosta, que le ponga un ojo, porque posiblemente sea el primer presidente argentino de ese origen.
Acabo de escuchar en la radio sobre el estreno de una película dirigida por una compatriota de origen coreano. Me niego a hablar de argentino-coreana. Esa es la denominación usada en los EE.UU. donde sólo los americanos de origen anglo-sajón se consideran con el derecho a ser norteamericanos. Astor Piazzolla no es ítalo-argentino, ni Norman Briski es judeo-argentino. Acá somos todos argentinos de diferentes orígenes, algunos de acá, otros de allá.
La película se llama Partió de mí un barco llevándome, su directora, nacida en Buenos Aires, se llama Cecilia Kang y su protagonista es otra porteña, Melanie Chong. El argumento toma como punto de partida la brutal explotación sexual de mujeres coreanas por parte de los invasores japoneses que entre 1910 y 1945 ocuparon colonialmente el actual territorio de Corea del Norte y Corea del Sur. El destino de esas pobres mujeres no terminó con la expulsión de los japoneses. La sociedad coreana las relegó a un plano de inexistencia, como si hubieran sido cómplices del invasor. La directora toma como punto de partida el testimonio horroroso de una de esas mujeres, Kim Bok-dong, quien falleció en enero de 2019. A partir de ello se mete con aquellas voces que fueron durante mucho tiempo silenciadas y que hasta el día de hoy son escuchadas parcialmente, a través de su protagonista Melanie.
La directora ha dicho que desconocía esa historia y le impresionó en un viaje que realizó a Seúl. Las historias desconocidas de la tierra de los padres se mezclan con las desconocidas historias de la tierra en la que nació y encuentra el nombre para su filme en un poema de Alejandra Pizarnik:
“explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome”
Este país, mi país, La Argentina sigue incorporando a “todos los hombres (y mujeres) del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Y no hay argentino-coreanos. Hay argentinos con los ojos rasgados y una maravillosa gastronomía. Y la directora agrega, en una entrevista, para que no quepa duda de lo que estoy diciendo: “Hoy por hoy, con las políticas que estamos viviendo, siento que se hace aún más presente una película como ésta”.
Esa tontería me enorgullece y emociona.
La película se exhibe en el MALBA los sábados a las 18 horas.