jueves, 13 de abril de 2023

Décimas a la familia Martínez de Hoz

La estirpe Martínez de Hoz

quiero presentar aquí:

siempre en contra del país

que le dio poder y voz.

Narciso Martínez de Hoz,

dio comienzo a una familia

que dedicó su vigilia

a venderle al británico

salteando el control hispánico.

De allí viene su anglofilia.


Durante los años de guerra,

de independencia y civil,

fue su actividad febril

hacerse dueños de tierras

y es con Pavón cuando cierra

su ingreso en la gestión.

Juez de paz en la región

de Castelli fue nombrado

Federico, un hacendado

que empezó la diversión.


Federico, que hijo era

de aquel Federico, el juez,

presidía con rigidez

la SRA altanera.

Con Uriburu se altera

la voluntad popular.

Federico, sin dudar,

da el apoyo ruralista

a la maniobra golpista

y allí comienza a tallar.


Gobernador se convierte

en Buenos Aires, distrito

que con fraude, sable y pito

maneja con mucha suerte.

Tan es así que invierte

plata pública en su estancia,

que termina en una instancia

judicial con resultados

confusos e inesperados:

lo renuncian sin prestancia.



Otro nieto de Narciso,

que en Inglaterra estudió,

José Alfredo se llamó

y tuvo un papel preciso:

la Sociedad Rural quiso

que fuera su presidente

en el momento en que al frente

del país estaba Perón.

No hubo buena relación,

entenderán fácilmente.


Este nieto José Alfredo

tuvo un José Alfredito

que, en este país bendito,

su memoria aún da miedo.

Siempre liberal su credo,

gorila en sus convicciones,

se enredó en conspiraciones

militares y golpistas

y logró estar en las listas

para múltiples funciones.


Fue con la Libertadora

que su carrera empezó

y un milico lo nombró,

¡maldita sea aquella hora!

En Salta fue la aurora

que dio comienzo a su día.

Después fue Ganadería,

ya con Guido presidente,

hasta que llegó, ascendente

a ministro de Economía.


No era tanto su saber

lo que daba reverbero.

Era el mundo financiero

que acunaba su poder

y se comenzó a imponer

la deuda como violencia

y el FMI, regencia

de un largo sometimiento

que canceló todo intento

o aliento de independencia.


José Alfredo, conocido

como Joe, en su clase,

conformó siempre la base

cuando de golpe hubo ruido.

Su voz fue así el graznido

de aquella pata civil

que, criminal y febril,

se sumó a la matanza

y en una macabra danza

enlazó entrega y fusil.


Lo primero que hizo Joe

fue desindustrializar.

Se comenzó así a importar

lo que a la industria corroe.

Fue como bomba de azoe

sobre los trabajadores

el fantasma y los rigores

de la desocupación.

Después la especulación

quitó a todos sus pudores.


La actividad financiera

tuvo su ley y su orden

lo que permitió que engorden

poderío y faltriquera.

Con la tablita en carrera

creyó encontrar solución

al tema de la inflación

y el precio de la divisa.

La inflación, muerta de risa,

se hizo sobrevaluación.


Sin fábricas y sin trabajo

con inflación y secuestros

sus proyectos más siniestros

lo mandaron al carajo.

Lo acompañó un gargajo

de la popular memoria.

Joe quedó en la historia

de nuestro pueblo argentino

como un gran asesino,

como verdadera escoria.


Fue en el año 13,

en prisión domiciliaria

por una causa corsaria,

que, por fin, Joe fallece.

Es el final que merece

su miserable figura;

el país aún no se cura

de su pesada herencia,

porque muchos, en su ausencia,

repiten la partitura.


Un José Alfredo hoy ocupa

de su padre el casillero,

cipayo y, a más logrero,

en la liberal chalupa.

Al tipo no le preocupa

litigar contra Argentina

y defender la letrina

de intereses extranjeros,

sobre todo si hay dineros

a meter en la pretina.


Esta décima termina

sobre una estirpe nefasta,

parte esencial de una casta

que ha sido la toxina

más letal de la Argentina.

Habrá Martínez de Hoz

hasta que con una coz,

un rotundo martillazo,

los saque siempre del mazo

el pueblo dulce y feroz.


Buenos Aires, 13 de abril de 2023

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