martes, 16 de abril de 2024

Después del Ensayo


El domingo, Violeta Harte y yo fuimos a El Picadero a ver Después del Ensayo, la obra de Ingmar Bergman, dirigida por Daniel Fanego e interpretada por Osmar Nuñez, Vanessa González y Silvina Sabater.

Por esas cosas de la programación la obra, intensa y por momentos despiadada, se da solamente los domingos a las cuatro de la tarde, un momento de la semana más propicio para ver dibujos animados o una de cowboys. El texto de Bergman, las intimidades que desnuda, las confesiones, arrepentimientos y culpas que despliega son ese tipo de temas más propicios a ser ventilados en una noche de viernes, pasadas las doce y con un par de whiskies encima. Pero eran las cuatro de la tarde. Al salir todavía era una tarde domingo, lluviosa y apesadumbrada, preparada para tomar con mi bella nieta un chocolate con churros o un té con lemon pie.

El texto de Bergman es notable. La traducción es muy buena y expone el claroscuro del alma del maestro de Farö, su relación casi obsesiva con la mujer, con sus viejas actrices del cine en blanco y negro y las nuevas actrices del tecnicolor, la presencia permanente de ese pastor de la catedral de Uppsala, que era su padre, y el misterio creativo de modelar como un alfarero a sus actrices para que encuentren dentro suyo el personaje.

Osmar Nuñez está impecable. Su interpretación es digna del texto y a la altura del gran Erland Josephson, que interpretó a Vogler en el debut sueco en Sveriges Television. Es imposible no ser subyugado por la voz, la mirada, el hastío, el cansancio y la obsesión creativa del anciano director teatral. También están magníficas las dos intérpretes femeninas. La joven Vanessa González evoluciona de una ingenua casi adolescente a una seductora y ambiciosa actriz queriendo conquistar el corazón de su director-padre-amante. Y la estupenda Silvina Sabater se pone sobre los hombros a la vieja actriz, la vieja amante, la alcohólica suplicante de amor, la Gorgona exigente de sexo. Obviamente, todo ese mecanismo emocional estaba finamente regulado por Daniel Fanego desde una dirección magistral.

Salimos del teatro Violeta y yo con la sensación de que habíamos pasado un maravilloso instante. Violeta atinó a decir:

- ¿Viste que Osmar Núñez parecía como que las palabras se le iban ocurriendo a medida que las decía?

Me hubiera encantado que Osmar escuchara ese comentario. Mejor elogio no se me ocurre.

Y seguimos conversando sobre Bergman, sobre su cine, sobre su historia personal y, obviamente, sobre Estocolmo y el Dramaten o Kungliga Dramatiska Teatern, la más importante sala teatral de Suecia que tanto Bergman como Josephson dirigieron oportunamente.

Fuimos a la Ópera, en la esquina de Corrientes y Callao, la vieja confitería porteña que hace un tiempo fue bellamente renovada. Hicimos nuestro pedido, mientras yo seguía hablando de Bergman y de Strindberg y los actores suecos.

Al llegar el pedido a nuestra mesa, Violeta y yo fuimos sorprendidos por uno de esos guiños de la realidad, esas grietas en la continuidad espacio-tiempo, que hacen de la vida y la historia una mera casualidad.

Sobre el soberbio tostado de jamón y queso que Violeta iría a devorar, se erguía una pequeña bandera sueca, con los conocidos y cercanos colores azul y amarillo.


Inevitablemente largamos una carcajada.

domingo, 29 de octubre de 2023

Un sábado más

Hoy era un sábado importante. Los compañeros de la Agencia Paco Urondo me habían invitado a hablar con ellos sobre Jorge Abelardo Ramos y los ejes centrales de su pensamiento, así como la aplicación de este marco teórico y conceptual en la realidad política de hoy. La invitación fue cautivante. Han pasado casi 30 años del fallecimiento de Ramos y más de 56 años de la publicación de sus obras fundamentales, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina e Historia de la Nación Latinoamericana.

Estos libros han sido determinantes en mi formación política y en la de miles de compatriotas de mi generación. Pertenezco a una generación que ingresó a la política de la mano de poderosas movilizaciones obreras y populares y para la cual la formación política significaba la lectura exhaustiva de los grandes textos revolucionarios del siglo XIX y XX -Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Gramsci-, la de los revisionistas históricos rioplatenses -Pepe Rosa, Ernesto Palacio, los hermanos Ibarguren, Manuel Gálvez, Vivián Trías, Alberto Methol Ferré-, los libros de Perón, de Arturo Jauretche, de Manuel Ugarte y de Raúl Scalabrini Ortiz. Que un grupo de compañeros y compañeras escandalosamente jóvenes y militantes me convocara para hablar sobre el hombre que más ha influído en mi visión de la Argentina, de América Latina y del mundo era para mí una fiesta.

La reunión era en la Federación Gráfica Argentina. Llegué y un compañero me invitó a subir al primer piso.

¡El primer piso de la Federación Gráfica Argentina!

Ese lugar es, para mí, el “sancta santorum”, el lugar donde mi vida cambió para siempre y encontré un cauce y un sentido, que no he abandonado pese a los 55 años transcurridos, a las persecuciones, los exilios, las dictaduras y las desilusiones.

Fue allí, en ese primer piso de la Federación Gráfica, donde me encontré con la política, con la clase trabajadora y con los compañeros que me han acompañado a lo largo de todos estos años. Ahí funcionaba la CGT de los Argentinos, la convocatoria lanzada por Raimundo Ongaro y un grupo de sindicalistas peronistas combativos, en 1968, contra la dictadura del estólido general de Remonta Juan Carlos Onganía. Y ahí fue donde conocí a los compañeros del entonces Partido Socialista de la Izquierda Nacional, que era la formación política encabezada por Jorge Abelardo Ramos. En ese salón cambió mi vida. La vida que he vivido comenzó ahí. Ahí estuve en aquel glorioso año previo al Cordobazo y solo volví, muchos años después, para despedir a Raimundo Ongaro y hoy.

De modo que hablar con estos nuevos compañeros tuvo, para mí, el sentido de una teofanía sin Dios.


Intenté explicar a los amigos cuál era el clima intelectual y político de la Argentina posterior a 1945, qué era el viejo Partido Socialista y su deletérea influencia en la clase media urbana de hace 70 años. Traté que se comprendiera de qué manera los sucesos de la Revolución Rusa, ocurrida 50 años antes -es decir, como si hoy pensáramos en 1973- influían en el pensamiento político de aquella generación y qué significaba, entonces, luchar por la recuperación de la soberanía popular como legitimación del poder político.

Las preguntas de mis interlocutores eran de una riqueza y una precisión sorprendentes. Sorprendentes, digo, en un contexto donde pareciera -y no es cierto- que cualquier texto superior a los 240 caracteres es inabordable para las nuevas generaciones.

Trate de explicar la génesis y el sentido del pensamiento de la Izquierda Nacional e, incluso, el significado mismo de este concepto. Pasar revista, en una hora y media, a la Revolución Rusa, al proceso de descolonización de los pueblos coloniales a partir de la Segunda Guerra, a la gestación y desarrollo de la idea de la Unidad de la Patria Grande, al significado del 17 de octubre y su interpretación por parte de la izquierda cipaya argentina y a la naturaleza social objetiva del movimiento peronista fue un ejercicio de despliegue conceptual e ideológico que solamente me llenó de satisfacción y gusto. El acompañamiento que mis interolocutores hicieron de este ambicioso periplo ha sido una de las más grandes satisfacciones intelectuales y políticas que he vivido en los últimos quince años.

Obviamente, son ellos y no yo quien puede decir si todo eso sirvió para algo. Pero, para mi, el hecho de que haya ocurrido -y en ese lugar- es algo que ocupa un lugar de privilegio en mi corazón y mi cerebro.

Pero el día no terminó ahí.

Uno de los compañeros me invita a seguir la conversación en algún bar de San Telmo. Encontramos, a la vuelta misma de la Federación Gráfica, un lindo lugar que ostenta el nombre de Je suis Lacan. Nos sentamos a una mesa en la vereda y tomamos algo. Conversamos sobre las cosas que habíamos visto y sobre la actualidad política, cuando veo venir un hombre a quien conozco.

-- ¿Qué estás haciendo en mi barrio?, me dice mientras se acerca.

Me levanto para saludarlo. Es el novio -peronista- de una querida amiga, gracias a la cual lo he conocido.

Intercambiamos algunas palabras y nos sacamos una foto. Me dice que está esperando a mi amiga para ir al show de Lidia Borda y Ariel Ardit en el Torquato Tasso. Sin que me diera cuenta le envía por el teléfono la foto a mi amiga quien le propone que me invite a acompañarlos al show. Parece que habían comprado una entrada para alguien que, al final, no pudo acompañarlos y la tienen a disposición. Obviamente, acepto de inmediato la gentil invitación.

Y así fue como pude presenciar, como cierre a toda orquesta de la noche, del extraordinario espectáculo de estos dos maravillosos intérpretes de nuestra música.

Buenos Aires, mis amigos, es un maravilloso lugar en el universo. A esta altura de mi vida no podría vivir en otra parte y, si me apuran, tampoco tengo muchas ganas de conocer otras ciudades.

El Torquato Tasso, obviamente, estaba lleno, muchos amigos y todos amantes del tango y admiradores de estos dos artistas formidables.

Lidia Borda es una de las mejores cantantes de tango de todos los tiempos. Ha superado, a mi gusto, a Ada Falcone, que inspiró su modo de cantar y frasear la música popular porteña. Ariel Ardit ha crecido y se ha convertido en un enorme cantor. La elección del repertorio de ambos cantantes es de una delicadeza y calidad poética y musical única. Los dos pianistas que los acompañan son descollantes y el resultado es un show digno de reunir a 35.000 personas en un estadio porteño. Esos valses y esas milongas cantadas a duo por Borda y Arditt son ya parte de la más refinada antología de la música por la cual los argentinos somos universales.

En suma, le debo a mis amigos, los de la Agencia Paco Urondo y mis amigos personales, un sábado inolvidable que comenzó a las seis de la tarde y se extendió hasta el nuevo día.

No hay manera. He pasado la experiencia de vivir lejos de Argentina y de Buenos Aires. Siete años fueron los que tuve que vivir en Estocolmo, Suecia. Suecia, de alguna manera, es mi otro lugar en el mundo. Pero vivir lejos de esta ciudad, este país y esta gente, amigos, es un triste destino. No hay lugar en el mundo en el que un argentino pueda sentirse mejor que aquí.

Estamos condenados a ser argentinos.

Buenos Aires, 29 de octubre de 2023.



lunes, 16 de octubre de 2023

La lluvia de fuego cae sobre Gaza

La lluvia de fuego cae sobre Gaza

La lluvia de fuego cae sobre Gaza.

Los ojos de niños despavoridos.

Los miles de cuerpos muertos o heridos.

La espada en llamas que todo arrasa.

El sitio de hambre y sed que amenaza

la vida de hombres desposeídos.

Las piedras de hogares destruídos.

El desprecio vil por la humana raza.

Es una tarde que sabe a miel.

En Caballito la gente pasea,

risas y abrazos en suave tropel.

La brisa trae un perfume a clavel.

En Palestina el odio martillea.

Isaac está matando a Ismael.

Buenos Aires, 16 de octubre de 2023.

viernes, 22 de septiembre de 2023

Don Diego Karlsson de la Rosas













Los argentinos no tienen, en su gran mayoría, la menor idea de quién fue Evert Taube. 

Su nombre tiene en Suecia la misma sonoridad que en nuestro país puede tener Atahualpa Yupanqui u Homero Manzi. Es el cantor popular por excelencia y el autor de los temas que todo sueco conoce, como nosotros conocemos "Lunita Tucumana" o "Malena". Como si esto no alcanzara, el hombre fue un buen escritor y un interesante pintor.

Era hijo de un marino que se desempeñaba como guardafaro en el archipélago de Gotemburgo en 1890, y descendiente de una familia de hombres vinculados al mar. Era el cuarto de los trece hijos de la familia. Al nacer, fue dejado sobre la mesa de la cocina, considerándolo muerto. Cuando el doctor Silfverskiöld llegó a la casa para firmar el certificado de fallecimiento, descubrió que el pequeño cuerpo de Evert tenía signos vitales. 

Tuvo, según ha contado, una infancia feliz. Muy pronto manifestó una gran sensibilidad artística. La literatura, la música y la pintura eran las materias en las que Evert encontraba mayor afinidad. Con la intención de entrar en la Academia de Arte de Estocolmo, en 1906, con dieciséis años, el adolescente se escapa a la capital del reino. Allí es inmediatamente atraído por la vida bohemia y alterna entre la casa de un primo actor y la calle, donde debió dormir muchas noches por falta de amigos y dinero. Su padre, el guardafaro, preocupado por estos desvaríos, viaja a Estocolmo y, con el rigor de entonces, lo intima a entrar en un internado o a embarcarse en la marina mercante. El afán aventurero de Evert elige el mar y allí comienza su vida de trotamundos. 

En 1910, Taube llega a Buenos Aires, en el barco de vapor inglés Princess of Wales, que la Great Eastern Railway había vendido a la compañía de Nicolás Mihanovich. 

Y es aquí donde se entrevera Evert Taube con la Argentina. 

El sueco decide instalarse en la Buenos Aires del Centenario y adquiere la ciudadanía argentina. Conoce al presidente Roque Sáenz Peña, de quien llega a ser un colaborador. Se interna en la provincia de Buenos Aires y se mezcla en las tareas rurales en la zona de Chascomús y la bahía de Samborombón. Y ahí, entre paisanos y cajetillas, comienza su carrera de compositor y cantor. El tango, las vidalas, las milongas sureras fueron los géneros que inspiraron su genio. Su tema "Fritiof y Carmencita" (Fritiof Andersson era su heterónimo musical) cuenta una historia de amor con la hija de una pulpera de Samborombón, que ha comprometido su casamiento con un rico estanciero.

Cinco años vive Taube en la Avenida de Mayo hasta que en 1915 decide volver al septentrión, no sin antes desembarcar en Brasil y en Cuba, lugares a los que también le dedica canciones que forman parte del acerbo popular sueco. Pero su paso por la Argentina sería constitutivo de su personalidad. Evert Taube falleció en 1976 y su partida fue un duelo nacional. Posiblemente ningún otro artista haya gozado de la popularidad y el cariño de su gente como Taube.

Su hijo Sven-Bertil se dedicó también a la canción, con una hermosa voz de tenor. Interpretó el repertorio de su padre y ha grabado incluso una versión sueca de Malena, con una muy porteña orquesta dirigida por Néstor Marconi.

En 1981, en una librería de viejo del barrio sur de Estocolmo, encontré una novela escrita por Evert Taube, cuya existencia ignoraba por completo. "Don Diego Karlsson de la Rosas" se llama y está ambientada en Buenos Aires y Chascomús en los años previos al triunfo electoral de Hipólito Yrigoyen. 

El libro además tiene una dedicatoria autografiada por Sven-Bertil Taube.

Algunos párrafos de esa ignota novela tienen una especial agudeza sociológica. Veamos:

Esto pone Evert Taube en boca de un porteño :

Los criollos blancos, los porteños, tenían la ventaja del hombre rico y con educación académica por sobre la población rural analfabeta, y conquistaron propiedades tan grandes como ducados y condados, y así surgió el estanciero, que es un señor feudal medieval con la diferencia de que él es también burgués, financiero, exportador y académico. La más alta clase alta de estos estancieros no ha emigrado a otras partes de Argentina ni tiene intención de hacerlo y no somos similares a la clase alta y a los educados en otras ciudades universitarias y capitales de provincia de nuestro país. Formamos un pueblo al lado del pueblo y no queremos ser como los demás, y en ese sentido el porteño (con estancia en la pampa) es algo único y sólo puede compararse con el caballero de la Roma de Augusto. Los estancieron se instalan periódicamente en sus grandes propiedades, tal como Cicerón se instalaba en su Tusculum y Mecenas en Tibur y la Sabinas bajo Augusto.

Así veía un sueco de clase media a la oligarquía de la pampa húmeda en 1914. 




martes, 8 de agosto de 2023

Décimas a las BRICS

Brasil, Rusia, India, China

y el país sudafricano,

todos pueblos soberanos,

los BRICS, tal se denominan,

han sumado a la Argentina.

Tras larga negociación

se llegó a una decisión,

sin tener bolilla negra,

que a nuestro país integra

a esta promisoria unión.

domingo, 16 de abril de 2023

Les presento a Mariana Vigil

 Mariana Vigil es una ciudadana sueca, hija de los uruguayos Gonzalo Vigil y Pilar Rodríguez Larreta. Sí, sí, es pariente de los fundadores de la Editorial Atlántida y de nuestro burgomaestre porteño. También, y mucho más importante, es nieta de Enrique Rodríguez Larreta.

Enrique era un periodista del diario blanco El País. Su especialidad era el turf. Hombre de familia y amigos, de charlas y anécdotas. Un montevideano típico, cuya familia se entreveraba con políticos, escritores y cancilleres y su vida transcurría entre la bohemia de los burreros uruguayos, las visitas a los studs y las charlas con los jockeys y el mundo de la redacción del principal matutino de su país, las linotipos, las mesas de armado, los trabajadores gráficos y el inolvidable olor a tinta fresca.

Un día, bajo la dictadura del presidente Bordaberry, del que también era medio pariente, le secuestran un hijo. Su paz montevideana quedó rota para siempre. Se viene a Buenos Aires buscando al hijo y la miserable recua de asesinos que gobernaba la Argentina no tiene mejor idea que secuestrarlo a él también. La presión social, el peso de su apellido, “quien sabe lo qué”, hizo que Enrique fuera liberado. Y le dedicó toda su larga y linda vida a denunciar en todos los foros internacionales y en el propio juicio a las Juntas, sus atrocidades y crímenes.

Gonzalo y Pilar, su hija, se las tomaron para el Chile de Allende y allá los agarró Pinochet y los metió en el Estadio Nacional. Ellos fueron unos de los detenidos en el Estadio a los que logró arrancar el embajador sueco en Chile, Harald Edelstam, junto a más de 500 chilenos, 52 uruguayos (con Gonzalo y Pilar eran 54) y 13 bolivianos. Personalmente Edelstam, que era un hombre de larga trayectoria diplomática y con una actuación similar en la Segunda Guerra Mundial, acompañó a los refugiados en el vehículo de la embajada hasta la escalerilla del avión que los sacó de Chile.

Y así llegaron Pilar y Gonzalo a Jakobsberg, a Sångvägen, y tuvieron a Mariana y Natalia.

Y ellos fueron nuestros amigos en aquella pequeña colectividad de uruguayos, argentinos y chilenos, más algunos suecos solidarios, que era Sångvägen. Juntos hicimos un inolvidable viaje en auto desde Estocolmo a Albufeira, en el Algarve, el sur de Portugal.

Obviamente Mariana ha crecido, pero no ha renunciado a las ideas que motivaron y sostuvieron toda esta historia que acabo de contar. Y ha publicado en su muro de Facebook su opinión acerca del ingreso de Suecia a la OTAN. Dice Mariana, según mi traducción:

“Cosas que noto en la discusiòn por/contra OTAN.

La gente cree que libertad de alianza es lo mismo que neutralidad.

La gente no recuerda todas las veces que Suecia tomó posición a lo largo de la historia, de las cuales muchas veces lo hizo de una manera que quizás hubiese sido imposible si fuéramos miembros de la OTAN (Guerra de Vietnam, boicot a Sudáfrica durante el apartheid, contra la dictadura en Chile).

O sea: Yo no quiero ni una sola vez oír el argumento de que no vamos a entrar en la OTAN porque hay riesgos de que Trump sea electo presidente. Es un mal argumento ya que rápidamente se vuelve irrelevante, mientras que una membresía rige más o menos para siempre.

Simultáneamente muestran los decenios pasados que aún sin Trump como presidente, la libertad de alianza le dio a Suecia más posibilidades de asumir posiciones. Señalar a Trump como un espantapájaros posiblemente podría servir como un argumento contra los estúpidos burgueses a corto plazo que están felices de tomar la guerra en Ucrania como cuota de ingreso para convertirse en aliados de los Estados Unidos, pero no para una izquierda razonable”.

Nada, eso. Quería que conociesen a Mariana y su condenada coherencia.

Cuando publiqué esto en Facebook, Mariana me contestó:

En cuanto a la historia: Mi madre no estuvo presa en el estadio, solo mi padre. Y lo que pasó con mi abuelo es que se los llevaron a todos los uruguayos a Uruguay y dijeron que eran un grupo subversivo que había sido atrapado cuando intentaron ingresar en el país para tomar el poder o algún verso así. Pero la mentira fue muy mala y al final se vieron obligados a darles la libertad. Creo que le dieron la libertad a todos en ese momento, pero a mi tío lo volvieron a meter preso más adelante y no lo largaron hasta que se les desmoronó todo por ahí por el 1983.

Un detalle bastante interesante pienso yo, es lo que pasó cuando nosotros fuimos a visitarlos a ustedes que recién se habían vuelto a vivir a Bs. As. Justo en esos días mi abuelo también fue, pero en búsqueda del centro de detención clandestino donde él y su hijo habían estado. Lo logró. Junto con un periodista lo encontraron abandonado, y fue así que se llegó a conocer a Automotores Orletti. También fue la primera prueba de lo que después se conoció como Plan Cóndor. Entraron y el local era tal cual a lo que mi abuelo había descrito. Salió denunciando todo esto en la prensa, y encima se fue a Uruguay, que en ese momento todavía era dictadura. Pero siendo todo en público no se atrevieron hacerle nada, y después de haber armado un buen escándalo se regresó tranquilo a Suecia. La familia obviamente muerta de los nervios. 

Hay mucha información y alumnos videos que relatan partes de esta historia y sus testimonios de lo que él presenció en Orletti. 

Voy a ver si encuentro algo y lo pongo aquí.

Aquí está prácticamente todo creo yo. 

https://memoriayddhh.uy/archivo-enrique-rodriguez-larreta

Aquí un testimonio completo. Partes se usaron en documentales sobre el Plan Condor. Varios de la familia Santucho estaban en Orletti y él presenció la tortura. Pienso en esa parte y me pongo mal. También Sara Mendes, que le robaron el hijo ahí mismo, de tres semanas, y lo volvió a encontrar cuando tenía casi 30 años. 

https://youtu.be/BB-DMtOZbRU