jueves, 8 de noviembre de 2018

Recuerdos de un tipo genial y bueno






El amigo Victor Bassuk -el hombre que conoce a todo el mundo que tenga que ver algo con el cine y que fue productor de Favio- acaba de publicar este comentario a mi recuerdo del gran Leonardo. Me lo había contado la otra noche, cuando comíamos en El Desnivel, y el efecto que tiene sobre mí, ahora, es igual al de la noche que lo escuché por primera vez: orgullo y ternura. Este es su comentario:
1993. Se había estrenado Gatica y yo salía de hacer unas cuentas con el distribuidor (Juan Carlos Arecco) y me lo cruzo a Coscia con quien habíamos sido compañeros de estudios en el CERC (ahora, ENERC). Jorge andaba buscando distribuidor para El General y la Fiebre. Arecco ni la miró, le dijo que él no trabajaba cine nacional porque no es negocio. Yo le digo a Jorge: ¿como que no es negocio? Ganó una buena guita con Gatica.
Coscia me deja un VHS con la peli y me dice: a ver si lográs que la vea, al menos.
Llego a la oficina y estaba Leonardo Favio solo (era también su casa, además de la productora). Le cuento la anécdota y le pido que él hable con Arecco. Argumento que Coscia es un flor de cumpa. 
- Y vos ¿la viste?, me pregunta.
- No, no la vi.
- Entonces ponéla. Y nos quedamos viendo en total silencio El General y la Fiebre.
Cuando termina me dice:
- ¡Es una maravilla! ¡Qué envidia! Esta película la tendría que haber hecho yo. ¿Por qué no lo llamas a tu amigo y que se venga a tomar un té?
Lo llamo a Jorge y le paso el teléfono a Favio. Se quedan charlando un rato. Quedaron en que Coscia pasaría a verlo.
Yo no supe más nada. Solo sé que se hicieron amigos.
Te lo cuento porque el elogio al general te toca muy de cerca.
Abrazo.
Gracias, Víctor.
Quiero agregar un corolario.
 Para terminar El General y la Fiebre pedimos un crédito en el Fondo Nacional de las Artes. El único que era propietario de su vivienda, entonces, era yo, que no vacilé en ponerla como garantía del crédito.
Obviamente, después del estreno de la película, Coscia y yo éramos tan pobres o más, si se quiere, que antes de hacerla. En cierto manera yo me había olvidado del crédito -cosa que me resulta bastante fácil, en general- hasta que un día llegó un telegrama colacionado o una carta documento anunciando que si en el término de 72 horas no lo devolvía se me embargaría el departamento donde vivíamos mi mujer, mis dos hijas y yo. La amenaza de embargo era para mí algo más que una amenaza puesto que no existía la más mínima posibilidad de pagar lo adeudado en 72 horas o en 72 años.
Me reuní con Jorge a quien se le ocurrió llamar a Leonardo Favio para contarle lo que ocurría.
La respuesta fue inmediata y breve.
-Decíle a Julio que no se preocupe. El arte no te puede dejar sin casa.
Demás está decir que nunca volví a recibir ninguna sorpresa por esa deuda que permitió que estrenáramos El General y la Fiebre. Leonardo había convencido vaya a saber a quién de la legitimidad de su afirmación sobre el arte y la vivienda.

Buenos Aires, 7 de noviembre de 2018