martes, 21 de abril de 2020

Horacio Fontova





Hay en todos los grupos humanos un hombre, por lo general con un eterno aspecto juvenil, que es jodón, que siempre aparece con un chiste en los momentos más desafortunados, que acompaña con su buena onda las desventuras de amigos y amigas, que en los asados trae la guitarra y canta cosas que sabemos todos y otras de su propia invención, en general graciosas, con actualidad, con picardía.


Es el tipo que siempre tiene la palabra oportuna para la amiga que se ha peleado con su pareja o para el tipo que lo echaron del laburo.

Nosotros, todos nosotros teníamos un amigo así. Solo el verlo, al encontrarlo en una manifestación, en la milonga, en un bar nos llenaba de alegría, nos hacía acordar de una canción optimista o de un chiste subido de tono. Lo veíamos y, aunque nunca nos hubieran presentado, nos venía unas ganas casi irrefrenables de decirle "¿te acordás cuando le dijiste...?" o alguna otra anécdota que se nos venía a la cabeza.

Se ponía sobrenombres, se hacía llamar General si había que cargar a los milicos o se disfrazaba de mujer y se hacía llamar Sonia.

Ese amigo de la barra, ese alegrador de asados, ese tocador de culo a toda reverencia se llamaba El Negro Fontova y se acaba de morir.

La puta que lo parió.

No me siento bien, para nada.

Buenos Aires, 20 de Abril de 2020

miércoles, 15 de abril de 2020

Un recuerdo de hace casi 50 años

Hace dos días fue el cumpleaños de Juan Cruz Cabral. En ese momento quise contar esta pequeña historia pero los avatares de esta procelosa cuarentena (?) postergaron la decisión.

Era el año 1971. Yo tenía entonces 24 años y acababa de nacer mi hija Guadalupe. Con su madre y mi compañera de entonces, María Isabel Santamaría, éramos muy amigos y compañeros de militancia de Luis María Cabral y Teresita Borda y Tere e Isabel habían llevado juntas su primer embarazo.


Como cuento, en ese mes de abril de 1971 estábamos en nuestro pequeño departamento en el barrio La Mosca, en Avellaneda, en la avenida Galicia y Mendoza, cuidando, mirando, sorprendiendonos con la nueva presencia que desde hacía un mes dormía en nuestro cuarto. Estábamos, como digo, tirados en la cama, con el pequeño bollito berreante y tomador de teta en el medio, mirando la televisión. Era uno de esos programas de la tarde, con invitados que hablaban sobre diversos temas, sin la virulencia ni la violencia verbal que hoy impregna ese tipo de programas. De pronto aparece como invitada la presidenta de LALCEC, Liga Argentina para la Lucha contra el Cáncer, entonces una prestigiosa institución mucho más presente que hoy en los medios. La distinguida presidenta no era otra que Beba Vitón de Borda, la madre de nuestra amiga Teresita. Pusimos entonces atención a la pantalla.


La periodista o conductora, podía ser Annamaría Muchnik o Canela, le pregunta algo a su invitada, y esta responde y en la respuesta agrega: "Además a partir de hoy tengo un nieto que se llama Juan Cruz".


Así, por televisión, y anunciado por su señora abuela, nos enteramos que Tere había tenido su bebé. Tuvimos que esperar un rato para llamarla por teléfono para felicitarla a ella y a Luis María. No teníamos teléfono en casa y el teléfono público, si funcionaba, quedaba a varias cuadras.


Juan Cruz y Guadalupe se convirtieron en unos meses más en una presencia obligada en las reuniones políticas y aprendieron desde pequeños a dormir en camas armadas con dos sillas.


Entonces, ¡feliz cumpleaños Juan Cruz Cabral!


Buenos Aires, 15 de abril de 2020