martes, 4 de febrero de 2020

El virus que Jack London esparció en la China



Hoy me encontré con un viejo amigo, antiguo militante del Partido Comunista Revolucionario, bailarín de tango, orfebre, de origen ruso judío y hombre formado en la gran cultura de la izquierda anterior a la caída del Muro. Y él, hablando de otras cosas, trajo este impresionante recuerdo a la mesa del bar.
Jack London fue el gran escritor norteamericano de principio de siglo. Su partida de nacimiento, que hubiera permitido saber si su padre era un charlatán astrólogo, se perdió en el incendio de San Francisco. No tuvo una educación académica formal, pero fue la más potente pluma de ese país salvaje y plebeyo, que a la sombra de una descarada plutocracia crecía después de la devastadora guerra civil.
Recorrió a pie y como vagabundo el gigantesco país, buscó oro en Alaska, fue obrero industrial y a los 20 años se hizo socialista. Jack London fue la expresión de ese proletariado que había llegado a la sociedad capitalista sin haber pasado por el Renacimiento y el Iluminismo. Tan solo el afán de lucro, el más salvaje individualismo y el Antiguo Testamento como mandato de un destino manifiesto, regían el destino de aquellos hombres pujantes, fuertes y convencidos de su misión.
Murió a los cuarenta años por propia decisión. Había escrito El Talón de Hierro y en sus páginas se describía la dictadura absoluta del capital financiero sobre el conjunto de la sociedad. Hoy, esa distopía debería leerse en las escuelas.
Vivió como una amenaza la inmigración, muchas veces forzada, de la población china en la costa oeste y, con la impiadosa mirada de los poetas y los genios, convirtió sus miedos en una espantosa obra de anticipación. Se llamó La Invasión sin Paralelo. Se puede leer aquí.
No se asusten. Jack London era simplemente un genial hijo de la clase obrera norteamericana.
4 de febrero de 2020

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