Nestor Gorojosvsky me escribió hoy, desbordado de emoción, porque la vocera oficial rusa María Zajárova había respondido a la agresividad occidental citando el poema Los Escitas del gran poeta revolucionario ruso Alexander Blok. El poema Los Escitas fue escrito en 1918, en un rapto de inspiración del poeta, en el medio de las dificultades de la revolución por estabilizarse y de las arduas negociaciones de paz de Brest-Litvosk, que, como se sabe, habían sido puestas, por el Soviet, en manos de Lev Davidovich Bronstein, más conocido como León Trotsky.
Alejandro Blok fue uno de los grandes poetas rusos de principios del siglo XX y junto con Esenin, Maiakovsky se sumaron a la revolución de 1917.
Después de muchas dificultades y buscando en distintos idiomas he logrado encontrar y traducir parcialmente el poema Los Escitas. Los escitas era un pueblo que fue llamado en la antigüedad “los guardianes del Cáucaso”. Era un pueblo de jinetes guerreros, creadores de una maravillosa orfebrería en oro y que, al parecer, realizaban sus creaciones bajo la influencia del hachís.
Esto es lo que el enojo poético de Alexander Blok le dijo a los Europeos, aquel año de 1918 y que hoy repitió la vocera del gobierno ruso.
Escitas
Vosotros sois millones; nosotros somos
legiones, legiones y legiones.
¡Intentad, pues, combatirnos!
¡Sí, somos escitas, sí, asiáticos,
una codiciosa tribu de ojos rasgados!
Para ti, son siglos, para nosotros, una sola hora.
Como esclavos, obedientes y despreciados,
hemos sostenido el escudo entre dos razas hostiles,
la de Europa y las feroces hordas mongoles.
Siglo tras siglo se forjó tu vieja fragua
y ahogó el trueno de las distantes avalanchas,
¡Y un cuento extraño de una tradición antigua
fueron para ti Lisboa y Messina!
Cientos de años miraron ustedes hacia el Este,
amontonando y extrayendo nuestras perlas,
¡Y burlándose, para apuntarnos con las bocas
de sus cañones que sólo esperaban el momento!
La hora ha llegado. El juicio rueda en alas batientes
y día tras día se multiplica el rencor
y llegará el tiempo en que no habrá rastro de cosa viva
donde una vez florecieron tus Paestums!
Oh, Viejo Mundo, antes de que tu cultura muera,
mientras una débil vida dentro de ti languidece,
haz una pausa y sé sabio, como Edipo fue sabio,
y resuelve el antiguo enigma de la Esfinge.
Esa Esfinge es Rusia. Afligida y exultante,
y llorando suficientes lágrimas negras y sangrientas,
te mira fijamente, adorándote e insultándote,
Con un amor como odio y un odio como amor.
Sí, ama como ama nuestra sangre,
¡Ninguno de ustedes ama por mucho tiempo!
Te has olvidado que hay amor en el mundo,
que quema y destruye!
Amamos todo, el calor de los números fríos,
Y el don de las visiones divinas
Todo está claro para nosotros,
el agudo significado galo,
Y el melancólico genio alemán...
Lo recordamos todo: el infierno de las calles parisinas,
Y la frescura de agua y piedra veneciana.
Un olor lejano de limoneros
Y los edificios de Colonia manchados de hollín.
Nos encanta la carne cruda, su color y su olor.
Nos encanta saborearla en nuestras fauces hambrientas.
¿Somos culpables si tu esqueleto cruje
Entre nuestras pesadas y tiernas garras?
Sabemos cómo jugar el juego cruel
de domar a los corceles más rebeldes;
Y a tercas criadas cautivas las domesticamos
Y las subyugamos, para satisfacer nuestras necesidades...
¡Ven y unete a nosotros. Deja los horrores de la guerra!
¡Estrecha la mano de la paz y la amistad!
Mientras haya tiempo,envainen la vieja espada,
Camaradas! ¡Nos convertiremos en hermanos!
Y si nos desprecias, no tenemos nada que perder.
¡Y también podemos pensar que la traición no es un crimen!
E infinitas generaciones por nacer
te maldecirán hasta el fin de los tiempos
Abandonaremos Europa y su encanto.
Recurriremos al arte y la astucia de los escitas.
-volveremos rápidos a los bosques y las selvas,
los miraremos y sonreiremos con nuestros ojos rasgados.
¡Vayan todos a los Urales! Ràpido dejen la tierra
despejen el campo para el juicio de la sangre y la espada.
Donde las máquinas de acero sin alma deben estar,
¡Y enfrenten la horda salvaje de Mongolia!
Sabed que de ahora en adelante no serviremos,
como secuaces sosteniendo el fiel escudo.
Miraremos de lejos el fragor de la batalla,
Y con ojos rasgados miraremos el combate mortal.
No intervendremos cuando los hunos salvajes
despojen los cadáveres y los dejen desnudos,
quemen las aldeas, reúnan el ganado en la iglesia
Y asen vivos a sus semejantes de piel blanca.
Por última vez, ¡recupera el sentido, viejo mundo!
Te llamamos a la fiesta ritual y al fuego,
¡De paz y fraternidad! Por última vez,
¡Oh, escucha la llamada de la lira bárbara!
De los horrores de la guerra volved a nosotros,
volved a nuestros plácidos brazos y descansad.
Camaradas, antes de que sea tarde, deponed las armas
y bienvenidos a la bendita fraternidad.
HERMOSO POEMA, GRACIAS!!
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