Me puse a leer un libro
de Henning Mankell que tenía en vista desde hacía un tiempo. “La Pirámide” se
llama. Es una colección de cuentos policiales en los que interviene Kurt
Wallander antes del 8 de enero de 1990, fecha en que comienza el primer libro
con este personaje central, “Asesinos sin Rostro”.
En la portadilla del
libro encuentro escrito "María Isabel", con la caligrafía de docente que tenía
María Isabel. A poco de comenzar la lectura, la intriga creada por Mankell me
hace olvidar el detalle.
Pero
en el tercer cuento, “El hombre de la playa”, me encuentro con un subrayado
bajo la oración: “Vivía solo en un
apartamento situado en la calle de Åsögatan”. Y este subrayado, hecho con
la misma lapicera de la firma, sí detuvo mi lectura.
Porque
María Isabel recordó al leerlo lo mismo que yo recordé al ver el nombre Åsögatan.
Es una calle, del barrio Sur de Estocolmo, situada atrás de la llamada Skattehuset, Casa de los Impuestos, la oficina central de la poderosa, eficaz y
temida agencia nacional de impuestos, que no vaciló en meter preso a Ingmar
Bergman, al terminar el estreno de una obra en el Teatro Dramaten, por haber
evadido el pago de sus obligaciones fiscales. Y queda a pocos metros de la casa
donde nació una muchacha estocolmeña llamada Greta
Lovisa Gustafsson, conocida en el mundo entero como Greta Garbo.
Pero nada de esto es lo que explica el subrayado. Ocurre que
en la calle Åsögatan,
o calle de la Cresta de la Isla, como su textual traducción indica, fue nuestro
primer hogar en Estocolmo. Durante casi un año vivimos, con nuestras hijas en
uno de los monoblocs situados en esa calle y donde comenzamos a champurrear el
idioma de Strindberg. En esa calle y, en ese entonces, populoso y plebeyo
barrio Sur aprendimos a conocer a esos hombres serios y tímidos, esas mujeres
extrañas y bellas, conocimos su hospitalidad y descubrimos sus borrachines tomando
Explorer en la plaza, y nos encontramos definitivamente exilados.
En
el patio de Åsögatan mis hijas comenzaron a hablar sueco con sus amiguitas del
edificio, allí patinaron sobre el hielo por primera vez en sus vidas, allí
comenzó una de ellas a concurrir al preescolar, allí empezó una historia de
siete años de alejamiento, de nostalgias por cosas que nunca nos habían
interesado, de develar el misterio de un país frío, hermoso, por momentos
desangelado y, por momentos, lleno de amor y fraternidad.
Seguramente,
María Isabel tuvo recuerdos parecidos a estos cuando descubrió la calle Åsögatan
en el libro de Mankell y la subrayó. Un subrayado que resaltó el lugar que en
nuestras vidas había tenido la calle Åsögatan.
Buenos Aires, 3 de noviembre de 2014.